La proclamación de Adriana, capitana de la guardia
Historias anteriores: Tiranos y La proclamación de la reina Marquesa
Ciudadanos libres de Paliano:
Cuando anoche os fuisteis a descansar, erais personas leales. Recostasteis la cabeza como fieles súbditos del auténtico y legítimo rey de Paliano: Brago el Eterno. Tal vez no le adoraseis, pues ser amado no es el deber de un gobernante, pero le obedecíais y le respetabais como todo ciudadano debería hacer.
Inconscientemente, hoy habéis despertado como traidores bajo la bandera ensangrentada de una reina usurpadora: Marquesa, la Rosa Negra, notoria asesina y conspiradora, una criminal de primer orden cuyas amenazas veladas y espinas ocultas le han permitido eludir la ley de Paliano durante demasiado tiempo. Os ha convertido en traidores izando su bandera en el palacio y colocando la corona en su traicionera frente. Os ha obligado a elegir entre la lealtad a la corona y la lealtad a vuestra ciudad.
De algún modo, esta vil embustera ha asesinado al rey Brago, poniendo fin a su existencia inmortal y dispersando la esencia de su espíritu. De algún modo, ha conseguido figurar en la última voluntad y testamento de nuestro soberano. Un documento falsificado, sin duda alguna; un puro invento, pues ¿por qué habría de necesitar un testamento el Rey Eterno? Incluso de ser así, ¿por qué habría él de nombrar sucesora a la hija traicionera de una casa deshonrada? De algún modo, ella ha obtenido la lealtad de los sacerdotes custodi que antaño manifestaban en el mundo la palabra del rey. Junto a ellos se encuentran numerosos sirvientes del trono que no pueden o no se atreven a cuestionar el derecho de Marquesa a gobernar, mientras que en las sombras acecha su red de ladrones, espías, saboteadores, chivatos y asesinos.
La falsa reina ya enarbola sobre Paliano su propio sello, el emblema de la Rosa Negra. Ha osado ignorar en silencio el símbolo de nuestra ciudad, el símbolo que Brago lucía en la empuñadura de su espada; una imagen tan imperecedera y representativa de nuestra ciudad como su legítimo gobernante, y que los Custodi incluso consideran un icono religioso. Sí, continúan blandiéndolo, pero eso significa tan poco viniendo de ellos como lo ha hecho nunca. No obstante, los estandartes de las tropas de la ciudad ya han cambiado. No veréis ese símbolo en los salones del palacio de Marquesa ni en los escudos de sus guardias. Ella afirma gobernar legítimamente y velar por el porvenir de la ciudad, pero la bandera que ha ondeado sobre nuestras cabezas durante tantos años ha desaparecido por orden suya.
Y ¿por qué motivo? Por uno muy sencillo: porque Marquesa no tiene derecho a usar ese símbolo de nuestra historia, y lo sabe. Se ha puesto la corona y ha ocupado el trono, pero no empuña la espada de Brago, el arma que lleva el símbolo de nuestra ciudad. Lo sé porque ahora soy la portadora de dicha espada y de la responsabilidad de defender la ley y el orden en Paliano. La reina traidora me ha privado de mi cargo, pero no he renunciado a él. Cargaré con esta espada, este símbolo, este deber de proteger nuestra ciudad contra todos sus enemigos, incluso y especialmente contra una enemiga que se sienta en el trono. No tengo deseo alguno de gobernar, únicamente de derrocar a la usurpadora para que todos podamos determinar quién será nuestro auténtico gobernante tras el trágico fin del rey Brago.
Marquesa os instará a poneros de su parte, al servicio de una corona legítima que descansa sobre una cabeza embustera, y por ello os convertiría en traidores. Yo os ofrezco un camino distinto: uníos a mi causa, a la causa de Brago, y demostrad que sois leales a vuestra ciudad oponiéndoos a esa farsante.
Si su bandera no es la vuestra, no os postréis ante ella. Si su mandato es ilegítimo, también sus leyes lo son. Si no es la auténtica reina, los sirvientes de la corona no son mejores que sus espías y asesinos y deberán ser tratados como tales.
¿Qué respondéis, ciudadanos de Paliano? ¿Apoyaréis a la ciudad o a su autoproclamada reina? ¿Seréis rebeldes leales o traidores sumisos? Cada día que pase mientras Marquesa continúe en el trono, seréis lo uno o lo otro. ¡Tomad vuestra decisión!
—Adriana, capitana de la guardia