Los gremios de Rávnica han aceptado a regañadientes que Jace Beleren se ha convertido en la manifestación viviente del Pacto entre Gremios. Ha quedado demostrado que Beleren ejercerá de intermediario siempre que se produzca un conflicto entre los gremios. Lo que no se ha demostrado es la auténtica naturaleza de Jace como Planeswalker... excepto para unos pocos. El mago del gremio Ízzet Ral Zarek no siente aprecio alguno por el nuevo Pacto viviente, pero él también oculta su identidad como Planeswalker, y ese punto en común ha cobrado repentinamente una importancia crucial.


Contactos en los bajos fondos | Ilustración de Yeong-Hao Han

La anónima calle de la Subciudad estaba a cielo abierto, y las mismas nubes que cubrían el Décimo llevaban allí semanas, descargando la misma llovizna sobre la ciudad. Ral Zarek guiaba a su acompañante por la calle inundada y el mago mental lo seguía un paso por detrás.

―Como se te ocurra meterte en mi cabeza, Beleren, quizá descubras que esas nubes están cargadas de relámpagos y que todos apuntan, por casualidad, hacia ti ―aseguró Ral Zarek en voz baja.

―Entonces, ¿por qué no me dices de una vez a dónde vamos? ―preguntó Beleren.

―Pronto lo verás.

―Date cuenta de que "pronto lo verás" es justo el tipo de frase que dice la gente justo antes de que me meta en su cabeza.

―¿Sabías que los relámpagos caen más a menudo en el Décimo que en ningún otro distrito? ―preguntó Ral mirando de soslayo al mago mental―. ¿Conoces el motivo?

―¿Tú?

―Premio ―se burló Ral con aires de superioridad.

Dejaron atrás un puesto de comida que olía a cebollas grasientas y un callejón que desprendía hedor a humedad, donde unos elfos encapuchados los miraron con desconfianza.

―Me... sorprendió que te pusieses en contacto conmigo, Ral ―dijo Beleren.

―No tenía otra opción ―contestó Ral, encogiéndose de hombros.

De todos los posibles confidentes y seres inteligentes de Rávnica, Ral había acudido al único mago al que nunca creyó que fuese a recurrir. Jace Beleren era el susodicho Pacto viviente, el mediador entre todos los gremios... el que había logrado aquel cargo a pesar de los esfuerzos de Ral.

―Por lo poco que me has contado ―continuó Beleren―, más vale que esta información no se difunda.

Ral se giró para mirar a Beleren. El mago mental tenía un aspecto raro sin su emblemático manto; más mundano, pero así pasaría desapercibido. Parecía un habitante de Rávnica más, un ciudadano cualquiera del Décimo, en vez del famoso Pacto viviente. Ral se preguntó si estaría utilizando ilusiones para destacar menos. En realidad, no importaba: Ral lo había encontrado con facilidad, y aquel era precisamente el problema.

―Si este proyecto continúa como hasta ahora, los resultados se filtrarán y se desatará el caos ―afirmó Ral.

Se detuvo junto a una puerta en la pared de un túnel, electrificó el pomo unos instantes y lo giró. Condujo a Beleren hacia un pasadizo lateral y cerró la puerta tras ellos.

―¿Cuánto sospecha Niv-Mízzet? ―resonó la voz de Beleren.

Jace, arquitecto del pensamiento | Ilustración de Jaime Jones

―Si ya ha comprendido el patrón, no ha dicho nada sobre ello. Nunca se calla nada, así que intuyo que aún no lo ha entendido. Pero es frustrantemente brillante, como ya sabes, y no tiene paciencia. Empieza a sospechar que no se lo estoy contando todo.

―¿Estás saboteando los resultados?

―¡Soy Ral Zarek! No sé si estás al tanto de esto, Beleren, pero los magos ízzet no obstaculizan las investigaciones ízzet. Simplemente... no he empleado a fondo mis habilidades. Además, su chambelán está al corriente de todas mis detecciones.

―¿Cuántas... detecciones has hecho sobre mí?

―Las suficientes. ―Ral hizo una pausa y se giró hacia Beleren―. Las suficientes para que Niv-Mízzet quizá haya intuido que eres un Planeswalker.


El Proyecto Luciérnaga no había sido idea de Niv-Mízzet, sino de Marie, la actual chambelán de la Mente ardiente. Marie era una elementalista que había impresionado a su líder del gremio desarrollando a Mélek. En las semanas posteriores a los sucesos del Laberinto implícito y al fiasco del Pacto viviente, el dragón se fijó en que Beleren desaparecía durante largos periodos, y la chambelán Marie sugirió seguir más de cerca sus movimientos.

Así fue como Ral resultó nombrado investigador jefe de un proyecto para registrar y explicar las ausencias de Beleren. Por supuesto, Ral ya sabía por qué desaparecía ocasionalmente: era un Planeswalker, al igual que él, y Beleren pasaba algún tiempo fuera del plano de existencia de Rávnica.

Solo de pensar en que Niv-Mízzet descubriese la verdad, Ral se ponía en tensión y recordaba un momento oscuro y triste de su juventud. Había aprendido a ocultar su naturaleza de Planeswalker en circunstancias dolorosas, y no quería volver a pasar por ellas.

Además, ahora conocía el tipo de cosas horribles que podría hacer Niv-Mízzet, si supiese la verdad. ¿Diseccionaría gustosamente a cualquier Planeswalker que descubriera para satisfacer su curiosidad, o solo los devoraría para demostrar su superioridad y aplacar su envidia existencial? ¿Rastrearía las idas y venidas de todo Planeswalker y echaría a perder el trabajo de Ral para ascender en las filas del gremio y lograr una posición de respeto entre los ízzet?

¿Y cómo reaccionarían los demás gremios si lo descubriesen?

Por peligroso que fuese, aceptó inmediatamente la responsabilidad de liderar el Proyecto Luciérnaga. Sería mejor que él mismo dirigiese la investigación, en vez de dejar que un quimista de segunda siguiera a Beleren a todas partes, demostrase la existencia de otros planos y lo arruinase todo.

Ral tenía que admitir que él era el candidato ideal para la tarea, puesto que sus métodos eran brillantes. No pudo contenerse en cuanto Niv-Mízzet le puso a cargo del proyecto: su mente empezó a elucubrar, a engendrar ideas para seguir los pasos del Pacto viviente. Ayudó a diseñar un sutil encantamiento que emitiría un leve pulso energético cada vez que se produjese una discontinuidad espacial, como un cambio de plano. Un subordinado ízzet aplicó el encantamiento al manto de Beleren. Después, Ral conjuró un campo amplificador dinámico sobre el Décimo... que los habitantes del distrito percibían como la persistente llovizna que llevaba un mes molestándolos. El campo de llovizna amplificaría los ligeros pulsos del encantamiento rastreador y los convertiría en centellas perceptibles, pero no tan llamativas como para levantar sospechas.

Ráfaga de ingenio | Ilustración de Terese Nielsen

Era un sistema perfecto. En cuanto estuviese en marcha, los demás magos del gremio empezarían a observar la actividad de las centellas delatoras. Ral no se acordó hasta el último momento de ajustar la tormenta amplificadora para reducir su precisión; de ese modo, el Proyecto Luciérnaga no demostraría inmediatamente la existencia de los Planeswalkers.

Cuando la información empezó a registrarse, las cosas empeoraron enseguida.


―¿Por qué no se lo has dicho sin más? ―preguntó Beleren mientras Ral lo guiaba por el frío y húmedo túnel―. En el Laberinto, me retaste a que se lo contase todo a Emmara. ¿Ahora quieres ocultar a Niv-Mízzet la existencia de los Planeswalkers?

―No lo entenderías ―le espetó Ral, deteniendo sus pasos, pero sin mirar a Beleren.

Podría ―respondió Beleren, ladeando la cabeza y levantando una mano―, pero creo que me arriesgaría a que me electrocutasen.

―¿Sabes por qué me uní a los ízzet, Beleren? ―dijo Ral, pasando la mano por la pared curva y musgosa del túnel―. ¿Sabes por qué tuve que pasar hasta que encontré un lugar donde sentirme realizado? Crecí en un distrito minúsculo, un distrito pequeño y lleno de gente pequeña. ¿Me animaban a dominar mi magia de las tormentas? No; todos se burlaban del "mago de la lluvia". ―Ral tiró inconscientemente de una correa del guantelete que cubría su antebrazo―. Aprendí pronto qué cosas debo guardar para mí mismo. Vine al Décimo por mi cuenta, aprendí el acento y me familiaricé con el distrito; dónde comer, dónde no dormir... Estudié de principio a fin la historia de todos los gremios. Descubrí a los ízzet y aprendí todo lo que se puede saber sobre ellos. Estudié la magia de las tormentas basándome en las ecuaciones del propio Niv-Mízzet y me esforcé para que me admitiesen entre sus filas. El día más feliz de mi vida fue cuando me convertí en uno de ellos, en un mago del gremio.

―Pero no eres solo un mago del gremio. Eres un Planeswalker.

―Mi chispa solo me ha dado otra preocupación que pone en peligro todo aquello por lo que me he esforzado. Soy un mago de las tormentas del Décimo. Soy de Rávnica hasta la médula.

Ral se giró hacia Beleren y le plantó un dedo índice en el pecho―. Y entonces, Niv-Mízzet anuncia el Laberinto, ¿y quién se convierte en el Pacto entre Gremios? ¿Después de todo lo que he hecho para llegar hasta aquí? Un forastero que no ha hecho nada. Un invasor de algún otro lugar. Llegaste tan alegremente, resolviste un acertijo y ahora tienes derecho a controlar el destino de mi mundo. ¿Tienes idea de cómo me siento por todo eso?

A la tenue luz del túnel, Ral vio a Beleren frunciendo el ceño y moviendo los ojos con inquietud, como si el mago mental estuviese sopesándolo. Ral sintió el impulso de irse echando rayos y centellas y dejar a aquel invasor con sus reflexiones, pero entonces vio un cambio en el rostro de Beleren.

―Querías castigarme ―dijo Beleren―. Querías destruir mi amistad con Emmara, como venganza por haber resuelto el Laberinto antes que tú.

Ral suspiró y bajó ligeramente los hombros. De algún modo, Beleren tenía aspecto tanto de joven como de niño mayor, con su maraña de pelo encrespado por la llovizna; sin embargo, su rostro también estaba demacrado en algunas partes y presentaba arrugas causadas por la preocupación.

―No quería estropear las cosas con tu amiga, Beleren ―le aseguró Ral.

―No pasa nada ―respondió Beleren―. Ocurrió lo que tenía que ocurrir. Ahora está más a salvo que antes.

―¿No recuerda lo que pasó? ―preguntó Ral, bajando la vista y jugueteando con su guantelete.

Beleren se sujetó un brazo. La piel lisa de su frente se arrugó y no dijo nada.

―No te culpo por haberlo hecho ―continuó Ral―. Ocurrió lo que tenía que ocurrir. Me has preguntado por qué no le he contado todo a Niv-Mízzet. Quería hacerlo, al principio. Quería que mi mundo entendiese... lo que soy, y de qué forman parte todos ellos. ¿Para qué existe nuestro gremio, si no es para comprender verdades extrañas? Pero no conoces a Niv-Mízzet. La verdad sería un golpe durísimo para él. Lo destrozaría por dentro. Y luego él nos destrozaría a nosotros, y... ―Ral se encogió de hombros. Después, se inclinó hacia Beleren y gesticuló con las manos para enfatizar sus palabras―. Piensa qué sucedería si Niv-Mízzet... si todo el plano supiese que el Pacto viviente no es de esta dimensión, Beleren. Piensa en las consecuencias.

Beleren miró hacia un lado durante unos instantes y se masajeó la sien―. ¿No puedes detener el proyecto?

―Tal como han ocurrido las cosas, no. El dragón me ha puesto al cargo. ―Ral reanudó la marcha por el túnel―. Venga, vamos; ya casi hemos llegado.

―¿Todavía no puedes decir a dónde me estás llevando? ―El mago mental era como un muro inamovible de escepticismo.

Ral se llevó los dedos a la frente, parodiando el gesto de Beleren cuando usaba su telepatía, y le espetó dos palabras―: VENGA. VAMOS.


Aquella misma mañana, Ral había estado en la sede principal del gremio, mintiendo al dragón a la cara.

El mago acercó las palmas de las manos y, distraídamente, hizo bailar arcos de electricidad entre ellas. Se había apartado hacia un lado, para no estar a la sombra que el gran cuerpo de Niv-Mízzet proyectaba en el suelo y ver mejor las detecciones que había obtenido. El dragón estudió los resultados, las detecciones presentadas en el aire como un cúmulo de estrellas que giraban lentamente en posiciones aleatorias. Ral pensó en contar algo, en añadir alguna anécdota del campo de estudio para dar un toque de veracidad al informe. Sabía que aquello molestaría al dragón y apresuraría su inevitable desaprobación, pero la verdad era que quería hacerlo igualmente.

Al lado de Ral, la chambelán Marie se tapaba la boca con una mano, en señal de expectación. Ral la miró arqueando las cejas; quizá pareciese que la estaba juzgando, aunque podía interpretarse como un gesto amistoso. La chambelán le caía bien, pero se preguntaba cómo acabaría su afortunada trayectoria en cuanto el dragón se aburriese de sus proyectos.

Niv-Mízzet gruñó mientras analizaba los puntos dispersos de los diagramas, aquellos destellos eléctricos registrados como datos. Si Ral había hecho bien su trabajo, no llegarían a formar un patrón. No obstante, el mago percibió algo extraño en los datos: había demasiados destellos.

"Algo va mal", pensó.

―Esto marcha bien ―afirmó Niv-Mízzet―. Estás empezando a detectar repeticiones consistentes, Zarek.

Niv-Mízzet, la Mente ardiente | Ilustración de Todd Lockwood

Ral apretó los dientes. Observó fijamente los datos resplandecientes que se mostraban en el aire y, cuando entendió qué había sucedido, una ligera sacudida eléctrica recorrió su espalda―. Esas detecciones no son solo las mías ―dijo Ral―. No todas corresponden al Pacto viviente.

―No, algunas son nuevas. ―Las lentes de Marie se movían arriba y abajo cuando hablaba―. Los izmagnus y yo hemos seleccionado a un grupo de buscarráfagas y elementalistas y hemos duplicado tu técnica. ―Describió un arco con la mano y algunos de los puntos luminosos brillaron con más intensidad.

―¿Cómo habéis podido instalar más detectores sin consultármelo? ―preguntó Ral con enfado.

―Nos llevó un tiempo, pero Mízzix y yo logramos calibrar tu hechizo detector y ampliar su alcance. ―Ral no pretendía decir "explícame cómo lo habéis conseguido", pero la chambelán lo había interpretado así―. Ahora rastreamos a cientos de ciudadanos, y hemos detectado dos nuevas señales: nuevas Luciérnagas. Estamos registrando sus discontinuidades espaciales incluso en este momento. ¿A que es grandioso?

Dos nuevas señales. Ral podía distinguir sus marcas en el diagrama brillante: había otros Planeswalkers entrando y saliendo de Rávnica. No tardarían en descubrir el patrón.

―Mente ardiente, esta desviación podría poner en peligro la validez de nuestros resultados ―dijo Ral, pensando a toda prisa―. Es un riesgo para todo el proyecto.

―Puede que tu investigación necesitase un poco más de riesgo, Zarek ―respondió Niv-Mízzet―. Pero incluso con la extensión de la chambelán, seguimos sin obtener resultados precisos. Necesitamos datos más claros... y cuanto antes.

Ral levantó la vista hacia el pilar escamoso que era el cuello del dragón y lo miró a los ojos. Parecían esferas de cristal, pero con fuego en su interior―. De acuerdo, Mente ardiente.

―Tenemos algunas ideas para mejorar la precisión de tu tormenta amplificadora ―dijo la chambelán, ajustándose las lentes―. Necesitaríamos tu ayuda, por supuesto.

―¿Mejorar la precisión?

―Eso es. Hemos instalado una serie de dínamos girostáticas en el tejado de Nívix y las hemos usado para medir los índices de conducción de la tormenta. Espero que no te moleste, pero hemos encontrado la forma de mejorarla.

―Me parece un error ―se opuso Ral.

―¿Cómo dices?

―El campo de estática depende de una banda de conducción precisa ―explicó Ral. ¿Acaso Marie intentaba convertir la situación en otro ascenso? ¿Pretendía arrebatarle su puesto?―. Añadir más dínamos solo distorsionará la sensibilidad. Si nos excedemos con la potencia, romperemos el equilibrio.

―Mente ardiente, me temo que no estoy de acuerdo con el investigador jefe ―dijo Marie a Niv-Mízzet―. Creo que necesitamos más potencia para obtener la sensibilidad necesaria.

El dragón giró lentamente la cabeza entre los dos magos. Al final, miró a Marie―. Adelante.

Ral se percató de que los dos aguardaban su reacción, pero no dijo nada.

―Los ajustes en las dínamos se realizarán pronto ―continuó la chambelán―. ¿Podríamos reunirnos mañana por la mañana para implementar las mejoras a la tormenta?

Ral levantó la vista hacia Niv-Mízzet. El dragón mostró los dientes, un gesto que probablemente pretendía ser una sonrisa para animarlo, pero a Ral le pareció una amenaza. El mago vio la reluciente saliva en los colmillos curvos.

―Por supuesto ―accedió Ral―. Esperemos que salga bien y averigüemos la verdad. Hasta mañana, pues.


Ral y Beleren continuaron atravesando el túnel cubierto de musgo. Les llegó el eco de unos cánticos rítmicos y el sonido de unas pisadas acompasadas. Ral se acercó a una escalera que subía hacia una pesada reja de hierro. Se llevó un dedo a los labios, Beleren asintió y Ral subió, apartando la reja e impulsándose para salir. Beleren lo siguió en silencio.

Se encontraban en un callejón lateral de un fuerte boros, de cara a la vía principal, iluminada con lámparas a la penumbra del atardecer. Ral y Beleren permanecieron ocultos en un soportal del edificio, observando a los soldados de la Legión Boros que desfilaban haciendo un ejercicio de entrenamiento; sus botas salpicaban agua al pisar los charcos dispersos por la calle. Ral levantó la vista hacia el campo de llovizna y comprobó la hora en el reloj de una torre cercana.

Portal del Gremio Boros | Ilustración de Noah Bradley

―Atento a ese sitio ―indicó Ral, señalando con la barbilla hacia un callejón en el lado opuesto de la vía pública―. Ya es casi la hora.

Los dos hombres aguardaron, escuchando a los maestros de instrucción boros que dirigían la marcha con sus cánticos. La ligera llovizna seguía cayendo de las persistentes nubes. Ral volvió a comprobar el reloj.

―Yo no recuerdo mi hogar ―susurró Beleren espontáneamente.

―¿Cómo?

―Me has hablado de tu juventud en Rávnica. Muchos de mis recuerdos de infancia han desaparecido. Conservo retazos dispersos en mi mente, algunas sensaciones. La mayoría de lo que recuerdo empieza aquí, en Rávnica. Nunca tendré raíces en este mundo, como tú, y admito que visito otros planos a menudo. Pero yo también me considero de Rávnica hasta la médula.

Ral notó una ilógica sensación de enfado y apretó los labios para controlarse―. No fastidies, Jace; no es lo mismo ―respondió. Se giró para seguir vigilando el callejón opuesto, pero sujetó a Jace por una muñeca y se la apretó.

―¿Ral?

―¿Qué?

―Es la primera vez que no me llamas "Beleren".

―Hm. ―Ral volvió a comprobar el reloj y siguió observando el callejón.

Un minuto después, Jace volvió a intervenir―. Me caiga un relámpago o no, voy a leerte la mente si no me dices a qué estamos esperando.

―Ya tendría que haber sucedido ―susurró Ral, frunciendo el ceño. Las nubes seguían en silencio; no hubo centella alguna, ninguna señal de que alguien hubiese viajado entre los planos―. Se trata de un Planeswalker al que he estado siguiendo. Uno de los que el Proyecto Luciérnaga todavía no ha descubierto. Suele aparecer aquí todas las noches.

―¿Todas las noches?

―Es puntual como un reloj. Llega, hace algunas visitas en la ciudad y vuelve a marcharse del plano antes de que amanezca.

―¿Quién es?

―No lo sé. Es humano, alto, corpulento, con una mirada intensa. Parece que tiene contactos entre los boros. Todavía no he tenido ocasión de ponerme en contacto con él.

―¿Por qué quieres que vea a esa persona? ―quiso saber Jace.

―Porque por desgracia, su patrón es perfecto. La prueba más clara de todas. Viaja de forma tan sistemática que la chambelán Marie y los demás no tardarían nada en hacer una extrapolación a partir de sus desapariciones y averiguar la verdad sobre los Planeswalkers. Él es el secreto que debemos ocultar a Niv-Mízzet. ―Ral entrelazó las manos y unos pequeños arcos eléctricos saltaron de dedo en dedo―. He terminado de preparar el encantamiento que lo rastrea, pero temo que los demás también lo descubran.

―Muy bien, tenemos que buscar una solución lógica. Necesitamos un plan para confundirlos, encontrar la forma de...

―Ocurrirá mañana ―lo interrumpió Ral―. Van a descubrirlo mañana.


Ral no había dormido mucho.

―Investigador jefe Zarek ―dijo la chambelán Marie, que estaba ayudándole a subir al tejado de Nívix―, ¿estás... listo para realizar la alteración?

―Sí ―respondió Ral, y bostezó―. Voy a preparar el hechizo amplificador. Dame unos segundos... Tengo que acumular mucha potencia para hacer esto.

―Ya lo había pensado ―dijo la chambelán, y le entregó dos cables flexibles y que emitían un zumbido―. Puedes conectarte directamente al suministro de Nívix. ―Intentó mirarle a los ojos―. Y Zarek... En cuanto a la extensión... No tendría que haberla hecho. Es tu proyecto, debería haber consultado el tema contigo.

Amuleto ízzet | Ilustración de Zoltan Boros

Ral se limitó a conectar los cables a su guantelete. Notó un cosquilleo en la piel y el vello se le erizó. No pudo evitar sentirse extasiado cuando la energía empezó a fluir por él. Solo esperaba que el plan que habían trazado Jace y él funcionase.

―En cuanto amplifiques la tormenta, obtendremos una señal mucho más precisa de los objetivos prometedores que hemos seleccionado ―dijo Marie, bajando sus lentes para cubrirse los ojos―. Pronto sabremos con certeza qué está causando sus discontinuidades espaciales.

Ral se giró hacia la ciudad. Dejó que los cables canalizasen maná hacia él y lanzó su hechizo. Sintió un chisporroteo en los ojos y su vista se convirtió en un borrón blanco, pero sentía la tormenta arremolinándose y extendiéndose en las alturas. Inspiró hondo y espiró con intensidad, alzando los brazos hacia el cielo.

―¡Eso es! ―oyó gritar a Marie―. ¡Se está amplificando!

Ral oyó que la tormenta retumbaba y se arremolinaba, como una gran bestia que se agitase al despertar. Se le venía encima, pero él la empujó canalizando su maná hacia ella, ordenándole que creciese y cobrase intensidad.

―Percibo algo ―dijo Marie―. ¡Sigue así!

Ral completó el hechizo y sintió que el poder abandonaba sus brazos y surgía hacia la tormenta en las alturas. Su vista se despejó. Vio que la épica tormenta lo rodeaba, centelleando de potencial. Tenía el pelo de punta, cargado de electricidad estática. Las dínamos del tejado estaban en marcha.

A pesar de todo lo ocurrido, los momentos como aquel hacían que Ral estuviese seguro de haber ingresado en el gremio correcto.

Ral Zarek | Ilustración de Eric Deschamps

Se levantó un gran vendaval y el propio Niv-Mízzet llegó al tejado del edificio. Aterrizó junto a los dos magos haciendo una floritura con las alas, como un pavo real que acudiese para que admiraran su plumaje―. Dadme vuestras conclusiones, investigadores.

―Estamos obteniendo lecturas mucho más precisas ―dijo la chambelán Marie, consultando un dispositivo de medición.

Ral resoplaba por el esfuerzo y desconectó los cables de su guantelete. Había llegado el momento de que el plan funcionase o fracasase; y en cualquier caso, de ver la reacción de Niv-Mízzet. En lo alto, los relámpagos surcaban el cielo, acompañados del retumbo de los truenos.

―Algo va mal ―dijo Marie, y su rostro pasó de mostrar júbilo a preocupación―. Hay algo errático en las detecciones.

―¿Qué sucede? ―preguntó Ral―. Enséñamelo.

―La tormenta ha registrado una discontinuidad, la del Pacto viviente ―dijo Marie mostrándole el aparato de medición―. Pero... también indica que ha estado todo el tiempo en el Décimo.

Ral fingió estudiar con ojo analítico los puntos del dispositivo―. Hmm... Ha habido una especie de alteración en el maná de Beleren... y la tormenta lo ha registrado como una discontinuidad electrostática.

―Pero eso podría deberse a un simple hechizo ilusorio ―dijo Marie.

―O a otro tipo de fluctuación normal y corriente ―añadió Ral.

―¿Y la tormenta ha interpretado eso como Luciérnagas todo el tiempo?

―Sin la amplitud suficiente, parece que la tormenta no tenía capacidad para distinguir la diferencia.

La chambelán ajustó un dial en el dispositivo y repitió la lectura, exasperada―. Pero si eso es todo lo que fundamentaba nuestros datos. Entonces, los sujetos no estaban desapareciendo: solo se estaban volviendo invisibles para la tormenta.

Niv-Mízzet, la Mente ardiente | Ilustración de Svetlin Velinov

―Este método... ―intervino Niv-Mízzet, y su voz retumbó como un trueno, expresándose como un juez que condenase a muerte a un acusado―... ha demostrado no resultar fiable.

―Lo siento, Mente ardiente ―asintió Ral―. No tendría que haber permitido que los otros miembros del equipo ajustasen las detecciones. Era mi responsabilidad.

―El proyecto queda cancelado ―gruñó el dragón, extendiendo las alas y cortando el aire al batirlas para empezar a ascender―. Tendrás que replantear esto desde el principio, si es que aspiras a demostrar algo meritorio.

―Sí, Mente ardiente ―dijo la chambelán Marie.

Niv-Mízzet dudó y, por un breve instante, se quedó observando a ambos con curiosidad, pero luego giró en el aire y ascendió hacia las nubes. Sus alas abrieron un agujero en la tormenta y la disiparon con estrépito.

―Lo siento, investigador jefe Zarek ―dijo la chambelán―. O debería decir... mago Zarek.

Ral ladeó la cabeza y se encogió de hombros ligeramente. Se planteó decirle que ella quizá compartiese su rango muy pronto, pero decidió que aquello probablemente fuese responsabilidad del dragón.


La noche anterior, un Planeswalker se había ocultado en el segundo piso del fuerte boros, escuchando. Se había apostado en aquel lugar porque contaba con encantamientos antidetección y porque ofrecía una línea de visión directa hacia el callejón lateral, donde dos hombres se escondían y hablaban en voz baja. Uno de ellos llevaba vestimentas ízzet y un guantelete de cobre. El otro fue fácil de reconocer: era el Pacto viviente de Rávnica. El Planeswalker los observó con seriedad, ya que estaban vigilando su lugar de llegada habitual. Desde su posición, le costaba escuchar lo que decían.

―He terminado de preparar el encantamiento que lo rastrea, pero temo que los demás también lo descubran ―dijo el mago ízzet.

―Muy bien, tenemos que buscar una solución lógica. Necesitamos un plan para confundirlos ―afirmó el Pacto viviente.

Los dos magos trazaron un plan, un ardid arriesgado pero ingenioso relacionado con el dragón maestro de gremio y unas complejas tormentas mágicas con las que el Planeswalker no estaba familiarizado.

―Voy a aplicar un detector extra para que rastree tu ilusión ―explicó el mago ízzet―. En cuanto amplifique la tormenta, viajarás entre planos hacia tu santuario, pero tu doble ya estará allí. La tormenta se contradirá a sí misma, porque mostrará un hechizo mundano como si fuese una discontinuidad dimensional. Eso debería servir para demostrar que los datos del proyecto no resultan fiables.

El Pacto viviente asintió y puso fin a la conversación... pero no se marchó a pie. En vez de eso, se concentró por unos instantes y se desvaneció con una ondulación muy peculiar.

El Pacto viviente era un Planeswalker. No cabía la menor duda.

El mago ízzet, en cambio, se escabulló por la reja de la alcantarilla y desapareció de su vista.

El Planeswalker acarició su corta perilla. Ya no iban a seguir rastreándole, lo cual era favorable. Además, había obtenido información valiosísima sobre el mediador entre los gremios. En resumen, una operación de vigilancia muy provechosa; había compensado con creces alterar su plan habitual. Comprobó una abolladura en su coraza mientras los últimos acordes del cántico de la infantería boros se alejaban, y luego abandonó su posición.

Ilustración de Richard Wright