En Mirrodin todo es de metal: los bosques, las montañas e incluso la hierba. Cinco soles resplandecientes proyectan su luz sobre el plano, uno por cada color de maná.
Hace mucho tiempo alguien creó este plano: Karn , el gólem de plata, fabricado a su vez por el Planeswalker Urza. Pero la creación de Karn no fue del todo bien. Sin quererlo, introdujo una plaga contagiosa: el aceite pirexiano. Con el paso de los siglos, el aceite se ha extendido, infectando la tierra y engendrando oleadas y oleadas de horrores.
Incluso el protector que Karn creó para proteger el plano se volvió inestable: cobró consciencia de sí mismo y se hizo llamar Memnarch. Con el tiempo, Memnarch se sintió abandonado por su creador y se volvió paranoico y furioso. A medida que crecía su locura, también lo hacía su poder. Secuestró a muchísimos seres de otros planos antes de ser al fin derrotado por la elfa Glissa Buscasol.
Sin embargo, quedan muchas cosas por arreglar en Mirrodin . Las primeras generaciones de mirrodianos han desaparecido; regresaron a los planos de donde se los habían llevado. Mientras tanto, la plaga pirexiana sigue activa. Del núcleo de Mirrodin siguen emergiendo toda clase de horrores de Nueva Phyrexia , que asesinan a todos los mirrodianos que encuentran y reaniman a los muertos para que se unan a sus filas.
No obstante, las facciones de Pirexia no comparten un único propósito. La facción afín al rojo, capitaneada por Úrabrask, hace la vista gorda con los ciudadanos de Mirrodin y les ofrece refugio.
La división entre las distintas facciones de maná hace que Nueva Phyrexia sea más fuerte y más débil que nunca: fuerte, porque ahora es más diversa y adaptable; y débil, porque le falta unidad.
¿Logrará sobrevivir algún mirrodiano? ¿Qué nuevas amenazas le esperan a este mundo? ¿Se extenderá la infección pirexiana a otros planos?