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Kamigawa

Durante muchos siglos, los habitantes de Kamigawa habían venerado pacíficamente a los espíritus de su mundo. De repente, sus dioses atacaron y sumieron el país en una guerra sangrienta.

Inspirado en la era sengoku de Japón, este plano se compone de dos mundos simbióticos: el utsushiyo, o mundo material, y el kakuriyo o mundo de los espíritus (kami). Todo kami era una divinidad: el camino a la felicidad consistía en honrar a estos dioses y vivir bajo sus mandatos. Los habitantes de Kamigawa estaban satisfechos con esta vida de devoción. Entonces ocurrió lo impensable: los dioses se volvieron contra ellos.

Lentamente al principio, los kami comenzaron a manifestarse en el mundo material. Algunos eruditos creyeron que se trataba de un mensaje o una advertencia. Con todo, su aspecto era tan extraño y surrealista que era imposible discernir el verdadero significado.

Mientras tanto, el señor de la guerra más poderoso del plano, el daimyo Takeshi Konda, gobernaba las Llanuras de Konda desde su fortaleza de Eiganjo. A medida que sus ejércitos y samuráis ocupaban más territorios en su nombre, los kami se manifestaban con más y más fuerza.

Entonces llegó la noche que cambiaría Kamigawa para siempre. A unos pocos kilómetros del castillo de Eiganjo, los kami atacaron la ciudad de Reito. Hordas de monstruosidades provenientes del mundo espiritual barrieron las calles y asesinaron a casi todo ser vivo; pocos sobrevivieron. Había comenzado la Guerra de los Kami. Durante los veinte años siguientes, espíritus de todo tipo y tamaño descendieron a las llanuras y arrasaron todo lo que encontraban.

En este tiempo Konda permaneció encerrado en su fortaleza, misteriosamente a salvo de todo daño.

Incluso en una situación tan extrema, las gentes de Kamigawa se preguntaban por qué los habían traicionado los kami. ¿Qué habían hecho mal?

En realidad, era el orgulloso daimyo Konda quien había comenzado la guerra. Con ayuda de sus aliados pueblo-lunares, había secuestrado a un kami para asegurarse poder e inmortalidad. Esto irritó al gran O-Kagachi, kami de todas las cosas, lo que desató una ira que se cobraría un sinnúmero de vidas.

Solo la hija de Konda, Michiko, y un kami robado —una entidad femenina que se hace llamar Kyodai— tienen alguna posibilidad de aplacar a los kami y devolver una frágil paz a esta tierra.

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