Durante mucho tiempo, las únicas cosas que Pies de Fango había conocido eran el acogedor casco del Vientoligero y el sol cálido de Bogardan. Cuando terminó su etapa de espora y llegó a la fase de desarrollo de pedúnculos, empezó a reconocer sonidos y las voces de otros seres vivos. Las había ruidosas, las había suaves y, poquito a poco, aprendió a diferenciar la de cada forma de vida individual.

Un día, dos de aquellas formas de vida usaron cuerdas para descolgarse por el casco. Llevaban consigo una herramienta, un mango largo de madera con una lámina de metal en el extremo.

—Creo que esta tabla nos ha quedado demasiado larga, pero va a ser difícil sacarla —dijo el primero de los seres.

—Tú dale un buen golpe y ya verás —propuso el otro—. Seguro que así se suelta.

¡Pies de Fango no quería que le dieran golpes! De repente, un rugido de fuego llegó desde el cielo y se oyeron gritos de alarma. Las dos formas de vida dejaron caer la herramienta, bajaron a toda prisa por la cuerda y salieron por patas.

El ruido y el olor a fuego asustaron tanto a Pies de Fango que, con la preocupación, saltó de pronto a la siguiente fase de su crecimiento. Sus pedúnculos a medio desarrollar se separaron de la madera con un ¡pop!, pero Pies de Fango no supo qué hacer. Aún era un pimpollo y solo podía ver a una distancia muy corta, así que no distinguía de dónde venían el fuego y los gritos. Pero aquel casco tan acogedor había sido la vida entera para Pies de Fango y le daba miedo irse. En vez de huir, empezó a trepar trabajosamente.

Saprolín | Ilustración de Steve Prescott

Sus pedúnculos eran débiles e inmaduros y le temblaban por el esfuerzo. Las ondas de calor en el aire le secaban la piel y hacían cada vez más difícil sujetarse a la madera. Casi renqueando por la fatiga, llegó al borde de la cubierta y se escabulló correteando por debajo de la barra más baja de la borda.

El calor pasó poco después, pero aún se oían voces. Pies de Fango sabía que aún no estaba a salvo y se arrastró hacia el otro lado de la cubierta en busca de refugio. De repente, el suelo desapareció bajo sus pedúnculos. Pies de Fango se precipitó por un vacío oscuro y aterrizó con un chof.

Yació inmóvil durante un rato, aturdido por la caída y las tinieblas hasta que sintió una presencia: una estrella blanca y cálida que brillaba desde un nido de tubos y metal, llenando el espacio oscuro. La estrella le dio fuerzas para seguir reptando, hasta que encontró un pasadizo y se adentró en un hueco en el que por fin pudo descansar.


Pies de Fango creció en la oscuridad, con la estrella brillante proporcionándole todo el sustento del sol. Un tiempo después, comprendió que su hogar se había separado del suelo y ahora surcaba el aire, aunque no tenía claro qué significaba eso. A medida que Pies de Fango crecía, sus sentidos se agudizaban y empezaba a oír voces que llegaban por los tubos que unían la estrella blanca del corazón del barco con el resto de su cuerpo thran.

—Espero que los demás estén bien —dijo una voz—. Ese agente de la Cábala ha conseguido engañar a una academia de magos entera; parece muy hábil. —La estrella blanca envolvía aquella voz con un aura cálida y Pies de Fango comprendió que ya la había oído incluso antes de desarrollar sus pedúnculos. Aquella era la voz que había guiado el renacer del barco: Tiana, se llamaba Tiana.

—El agente lo tenía fácil: solo debía pasar desapercibido y fingir no ser un asesino sediento de sangre —dijo otra voz. Aquel era Arvad, al que la estrella blanca había convocado desde otra región del mundo para que fuera el amigo y ayudante de Tiana—. Los sectarios de la Cábala son diestros en esa especialidad.

—Mira ahí, es el búho de Jhoira. Dijo que lo enviaría cuando terminasen, ¿no?

—En efecto. Iré a preparar la cena.

Pies de Fango era consciente de que pronto comenzaría su fase emergente, en la que sus pedúnculos se fortalecerían. Tarde o temprano tendría que atreverse a salir, pero el mundo exterior le daba mucho miedo. Parecía mucho más sensato quedarse allí e iniciar un ciclo reproductivo precoz. Después de eso, al menos tendría compañía.

Decidió permanecer inactivo durante la reproducción para concentrar su energía, pero, cuando volvió en sí, fue a causa de una sensación de calor en el casco del barco. El aire parecía igual de seco que la arena. Sin duda, era mucho más sensato quedarse allí, al amparo de la oscuridad y la estrella blanca. Antes de regresar a su letargo, volvió a escuchar unas voces.

—Tu hija me cae bien. —Aquella era Jhoira, una voz que los huesos thran de la nave conocían mejor que ninguna otra.

—¡Ja, ja, ja! —El barco reconoció la risa de Teferi—. Cómo no iba a caerte bien. Ojalá hubieses conocido también a Subira.

—Veo que no lamentas haber perdido tu chispa de Planeswalker.

—Hay muchas cosas que lamento, pero esa no es una de ellas.

Pies de Fango dedicaba la mayor parte del tiempo a entrar en comunión con sus nuevos retoños. Disfrutaba con aquella sensación de compañerismo, pero también escuchaba las voces para conocer a los otros habitantes del barco.

Un día, el aroma de Yavimaya le llegó a través de las rendijas en las paredes de madera. El olor casi le hizo plantearse salir a echar un vistazo, pero los retoños aún no podían moverse y el frescor de Yavimaya estaba mezclado con un preocupante hedor a humo. Pies de Fango se acurrucó con sus pequeños y no se movió de allí.

—El Vientoligero parece casi el mismo, pero es muy distinto al mismo tiempo —dijo una voz.

"Karn", susurró la estrella blanca. Pies de Fango notó que la estructura thran vibraba en respuesta.

—¿Te resulta extraño volver a estar a bordo? —Aquella era Shanna, cuya sangre tenía patrones idénticos a los que había entrelazados en los huesos del barco—. ¿Después de todo por lo que pasaste?

—Después de todo por lo que pasé, no hay nada que no me resulte extraño —respondió Karn con un deje de divertimento.

Raff era otro cuya sangre resultaba familiar. Pies de Fango desconfió de las dos recién llegadas, Chandra y Jaya, puesto que olían a fuego, pero la estrella blanca no pareció inquietarse.

—Jodah me habló de ti —le comentó Jhoira a Jaya—. ¿Sabe que has regresado?

—Mm... —musitó Jaya—. No sabía que él hubiera vuelto a dejarse ver.

—Está en Tolaria Oeste, en la academia. Cuando todo esto termine, podemos llevarte allí. Si quieres.

—Gracias por el ofrecimiento, pero aún no sé hasta qué punto he regresado; no sé si me entiendes.

El barco no conocía a las otras dos personas a bordo, aunque la estrella blanca no protestaba por su presencia. Ni siquiera por la que llevaba la muerte escrita en la piel.

—No le has contado a Chandra lo ocurrido con Josu —dijo Liliana.

—No, ni lo haré —respondió Gideon—. No me corresponde contarlo.

—Si lo hicieses, podrías utilizar esa historia para hacer que se sintiera... inclinada a ayudarnos a matar a Belzenlok.

Gideon sonaba exasperado. Pero Gideon sonaba exasperado muy a menudo, así que Pies de Fango no supo decir si realmente lo estaba.

—Liliana... Si eso es lo que quieres, ¿por qué no se lo cuentas tú?

—¿Qué necesidad tengo? Ya está dispuesta a ayudarnos a matarlo.

—Porque está de acuerdo en que es necesario antes de volver a enfrentarnos a Nicol Bolas. No entiendo a qué viene este asunto. ¿Intentas averiguar si no siento el impulso de manipular a una amiga utilizando información estrictamente confidencial de otra amiga?

—¡No, claro que no! —dijo Liliana antes de alejarse a zancadas.

—Su habilidad para engañarse a sí misma es casi infinita —murmuró Gideon.

Pies de Fango empezó a considerar seriamente si debería abandonar su refugio. Los retoños ya habían alcanzado su fase incipiente de desarrollo de pedúnculos y Pies de Fango les envió la señal química de que había llegado el momento de completar la transición. Los pequeños se desarraigaron y probaron a caminar por la sala y trepar por las paredes. Pies de Fango sintió ganas de estirar un poco sus propios pedúnculos antes de volver a sumirse en una fase durmiente. Mientras sopesaba qué hacer, la puerta se abrió.

Allí había alguien más. Hacía mucho tiempo que Pies de Fango no veía a otro ser vivo y sintió más curiosidad que miedo. Tras un largo silencio, la persona dijo:

—Tiana, creo haber descubierto el origen del olor.

¡Era Arvad! Pies de Fango liberó un brazúnculo del resto del cuerpo y saludó.

—Aquí abajo, en el depósito junto al compartimento del motor —añadió Arvad.

Pies de Fango y Arvad se miraron hasta que llegó Tiana.

—Por la santa Serra...

Pies de Fango también la saludó.

—¿Acaba de saludarme? —preguntó Tiana.

—Eso creo. —Arvad parecía dubitativo—. Si puedes entenderme, salúdanos a los dos.

Pies de Fango liberó un segundo brazúnculo y saludó a ambos.

—Eh... —Tiana estaba perpleja—. Parece que sí nos entiende.

—Me atrevería a decir que es un tálido —aventuró Arvad.

—Es probable. —Tiana dudó por un momento—. Dime, ¿eres un tálido?

Pies de Fango no tenía aparato fonador, así que utilizó los brazúnculos para gesticular. Aún no estaba seguro de lo que era, pero supuso que ese conocimiento llegaría durante una etapa futura de desarrollo. Era difícil explicarlo con gestos.

—Es obvio que intenta responder —comentó Arvad.

—Yo no diría que es obvio —replicó Tiana.

—¿Porque carece de rostro? —preguntó Arvad.

Tiana probó a ladear la cabeza para mirar a Pies de Fango desde otro ángulo.

—Bueno, sí... Pero se está comunicando con nosotros, así que... Un momento: puede que Raff logre hablar con ello.

Tiana se marchó y Pies de Fango y Arvad se quedaron mirándose otro rato, hasta que este último rompió el silencio.

—Encantado de conoceros. Me llamo Arvad, en ocasiones apodado el Maldito.

Pies de Fango hizo un gesto de asentimiento y señaló la capa de fango que rodeaba sus pedúnculos para intentar expresar su propio nombre.

—Hm... —Arvad trató de interpretar el mensaje.

Entonces, Tiana regresó con Raff.

—Sí, es un tálido, sin duda. —Raff lo saludó—. Hola, tálido.

Pies de fango liberó un tercer brazúnculo para corresponder el gesto.

—Gracias por aclararlo, Raff. —El tono de Tiana insinuaba que no les había aclarado nada—. ¿Por qué está aquí?

—Verás, los tálidos proceden de Yavimaya y están emparentados con los hongos —explicó Raff—. Fueron creados como... Bueno, mejor te lo explico después. Me resulta un poco incómodo entrar en detalles delante de este tálido. Es probable que llegase al barco siendo una espora, adherida a la semilla del elemental que Jhoira utilizó para reconstruir el casco. Anda, mira: ya ha tenido como unos diez bebés.

—¡¿Qué?! —exclamó Tiana.

Pies de Fango miró a sus retoños, que ya habían desarrollado sus pedúnculos, y les pidió a todos que saludaran a sus nuevos amigos.

—Sí, son retoños de tálidos. Hola, chiquitines —los saludó Raff antes de girarse hacia Tiana—. ¿Qué vas a hacer con ellos?

Tiana no respondió, sino que soltó un largo suspiro. Pies de Fango no supo cómo interpretarlo.

—Ni el grande ni los pequeños han mostrado signos de pretender atacarnos o dañar el barco —dijo Arvad—. ¿En verdad hemos de hacer algo con ellos?

—Podríamos llevarlos a Yavimaya —propuso Raff.

—Pero si acabamos de irnos de allí. —Tiana se llevó las manos a la mata castaña rojiza que le crecía en la cabeza, como si fuera a arrancársela—. Vale, por ahora los dejaremos donde están. Iré a hablar con Jhoira.

Cuando se marcharon, Arvad cerró la puerta y Pies de Fango los oyó alejarse. Cada vez más bajo, escuchó la voz de Raff:

—Dile a la capitana que a Serra le parece bien que se queden y... ¡Ay! ¡Era broma, era broma!

Pies de Fango consideró su situación y echó un vistazo a los retoños. Instintivamente, supo que había llegado la hora de salir a ver el mundo. En ese caso, más valía ponerse en marcha.

Envió las señales químicas a sus pequeños para decirles que iban a marcharse de casa. Cuando todos se pusieron a dar saltitos, Pies de Fango se dirigió hacia la puerta. Tras abrirla, salió a un pasillo y pidió a los retoños que siguieran sus pasos.

Siguió el camino por el que se habían ido Tiana y Arvad. Se habían marchado por un largo pasillo curvo; Pies de Fango dedujo que probablemente recorriera todo el interior del casco del barco. Cruzó la primera abertura y encontró a Tiana y Arvad en una sala de la zona central de la nave, donde había aberturas que daban a otros pasillos.

—Nos ha seguido —se percató Arvad—. Con los bebés.

—Ya lo veo. —Tiana se quedó mirando a Pies de Fango y Pies de Fango se quedó mirando a Tiana.

Liliana llegó caminando a zancadas y se detuvo con un sobresalto.

—¿Qué es esto? —exigió saber.

—Son tálidos, probablemente de Yavimaya —explicó Tiana.

—Tálidos, esta es Liliana —se la presentó Arvad.

Pies de Fango la saludó y les pidió a todos los retoños que hicieran lo mismo.

—Al parecer —añadió Tiana—, llevan a bordo desde que reconstruimos el barco en...

—Ahórrate los detalles —dijo Liliana sin dejar de mirar a Pies de Fango—. ¿Qué hacen aquí?

—Por ahora, mirarnos y saludar —respondió Tiana.

—Poca utilidad le veo a eso. —Liliana se volvió hacia Arvad—. Tengo una pregunta: ¿cómo decidiste no comerte a nadie?

¿Arvad podía comerse a otra gente? ¡Aquello era alarmante! Pies de Fango y todos sus retoños se giraron hacia Arvad, que también parecía consternado.

—No se trató de una decisión. Yo no quise convertirme en vampiro, sino que me convirtieron en contra de mi voluntad.

—Sí, sí, lo sé —dijo Liliana meneando una mano de un lado a otro—. Pero, después de que te convirtieran, ¿beber sangre no hubiera sido lo más natural para ti?

—En absoluto. —Arvad parecía confundido—. ¿Intentáis convencerme de que beber sangre resulta tolerable?

—No, claro que no. —Liliana pareció replanteárselo—. A menos que sea conveniente, en cuyo caso...

Tiana se cruzó de brazos y observó a Liliana con una expresión especulativa.

—Le estás preguntando cómo resistió el impulso de ser egoísta.

Liliana se giró hacia ella y le lanzó una mirada de odio.

—No, no le estoy preguntando eso. —Volvió a mirar a Arvad—. Pero ya que lo menciona, ¿cómo lo hiciste?

Arvad adoptó una actitud pensativa.

—No fue fácil. Tuve que aferrarme a una imagen de mí mismo tal como era antes de sufrir el cambio. Tal como quería ser. Gracias al efecto que la piedra de poder ejerce sobre mí, ahora me resulta mucho más sencillo. No obstante, si tuviera que prescindir de su influencia, confío en que lograría controlarme.

Liliana no parecía satisfecha con la respuesta.

—De modo que no hay ningún truco.

Tiana se rascó la nuca e hizo una pregunta:

—¿Hay algo de lo que quieras hablar? Soy un ángel y se supone que estas cosas se nos dan bien.

—No, de ningún modo. —Liliana retrocedió, espantada por el ofrecimiento—. Dejemos el tema. Y si cualquiera de los dos le habla a alguien de esta conversación, lo lamentará. —Finalmente, Liliana se marchó a zancadas por otro pasillo.

Aquello había sido interesante y Pies de Fango se alegró de haber decidido salir a explorar. Después de pasar tanto tiempo creciendo en la oscuridad, el mundo exterior prometía ser un lugar fascinante. Seguro que había muchas más cosas que ver, así que eligió otro pasillo y se puso en marcha.

—Mm... Creo que deberíamos advertir a los demás acerca de la presencia del tálido —dijo Arvad mientras se alejaba.

—Yo iré hacia proa, tú avisa a quien veas de camino a popa —propuso Tiana.

Pies de Fango exploró durante un rato. Los pasillos serpenteantes y las paredes redondeadas de las cámaras le resultaban agradablemente familiares. La gente que reconstruyó el barco había dicho que el casco había crecido a partir de la semilla de un elemental. Probablemente fuese la razón por la que todo le parecía tan conocido, por la que el barco había amparado a Pies de Fango y había acelerado su crecimiento y su ciclo vital, y por la que Pies de Fango parecía saber y comprender tantas cosas sobre sus otros habitantes.

Encontró una abertura que daba a una cámara y echó un vistazo al interior. Teferi estaba sentado en un lado de la estancia y frente a él se encontraba Gideon, que se ocupaba en afilar un arma. Gideon levantó la vista hacia Pies de Fango y Pies de Fango lo saludó.

—Teferi, mira eso.

Teferi levantó la vista brevemente.

—Ah, los tálidos. Sí, Tiana dice que han encontrado algunos viviendo en el compartimento del motor.

Gideon calló por un momento, hasta que llegó a una conclusión:

—Supongo que alguno de los demás se ocupará del asunto. —Y continuó afilando el arma.

Pies de Fango los observó durante un rato, pero ninguno de ellos hacía nada interesante, así que se marchó. Lo siguiente que encontró fue un compartimento espacioso, donde Jhoira estaba sentaba junto a una mesa. Jhoira era la preferida del barco.

Tenía una lente puesta en el ojo derecho y estaba examinando de cerca unos componentes de cristal y metal que había repartidos por la mesa. Tanteó en busca de una herramienta fuera de su alcance y Pies de Fango levantó un brazúnculo para recogerla y entregársela.

—Gracias, Shanna —dijo ella.

—Creo que te equivocas. —Shanna entró en la estancia y se sentó delante de Jhoira—. Intentaré no tomármelo a mal.

—¿Cómo? —Jhoira levantó la vista y parpadeó varias veces. Entonces reparó en Pies de Fango—. Ah, lo siento. Es verdad, Tiana ha dicho que tenemos polizones.

Raff llegó detrás de Shanna.

—Hola, tálidos. —Entonces se sentó junto a ella y le habló—. Yo solo digo que los guerreros más famosos tienen pasados trágicos.

—Pues yo no lo tengo —contestó Shanna con actitud tajante.

—Vale, pero es que me parece raro —insistió Raff.

—Tú sí que eres raro —replicó Shanna.

Pies de Fango pensó que quizá se considerase un pasado trágico el de haber estado a punto de ser víctima de una pala y haber tenido que huir usando sus jóvenes pedúnculos hasta llegar al compartimento del motor, aunque todo le había ido bastante bien desde entonces. Sus retoños exploraron con cuidado la habitación y se fijaron en los libros y las herramientas que había en las estanterías a las que podían llegar.

—Diles que no toquen nada, por favor —le pidió Jhoira a Pies de Fango.

Aunque los pequeños aún no tenían brazúnculos, Pies de Fango les dijo que no se acercaran demasiado a los objetos que les llamaban la atención.

Al parecer, Raff quería seguir hablando sobre pasados trágicos.

—¿De verdad que no tienes ninguna tragedia que contar?

—Ay... —suspiró Shanna—. Un día de solsticio, a mi hermana menor se le quemaron los bollos de miel para el desayuno porque estaba flirteando con los vecinos, y mi hermana mayor le dijo que le había arruinado el día. Hubo llantos y lágrimas.

Jhoira se ajustó el ocular e intervino en la conversación.

—Raff, tú tampoco tienes un pasado trágico.

—Para empezar, apenas tiene un pasado —bromeó Shanna.

Raff se irguió todo lo que pudo.

—Quién dice que mi pasado no sea trágico —afirmó, lo que hizo que Jhoira enarcara las cejas. Raff intentó salir del paso con descaro—. No es fácil estudiar en la Academia Tolariana, ¿sabes?

—Claro que lo sabe —remarcó Shanna.

Jhoira se inclinó hacia delante, apoyó la barbilla en una mano y miró a Raff sin quitarse el ocular.

—Dime, ¿en cuántas grietas temporales has estado atrapado?

Raff pareció desinflarse.

—Me había olvidado de eso.

Arvad apareció en la entrada y miró al interior.

—Ah, helos aquí.

Jhoira miró a Pies de Fango, que se había inclinado para examinar los objetos de la mesa.

—Sí, helos —dijo ella.

Arvad entró en la sala.

—Parecen inofensivos. ¿Qué pensáis hacer con ellos?

Pies de Fango retorció su parte superior para mirar a Jhoira con atención. Ella le devolvió la mirada durante un largo rato y entonces sonrió.

—Seguramente los traje con la semilla de Molimo, así que los devolveremos a Yavimaya cuando se presente la ocasión.

Pies de Fango no supo cómo expresar su agradecimiento, así que le ofreció otra herramienta.

Un estruendo amortiguado llegó desde arriba y se interrumpió de golpe. Pies de Fango reconoció el sonido del fuego y ordenó a sus retoños que se agruparan a su alrededor.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Raff, alarmado.

—Son Chandra y Jaya; están en cubierta —dijo Shanna señalando hacia arriba.

—¿Tenemos piromantes lanzando bolas de fuego en una aeronave de madera? —Raff no parecía contento—. ¿De verdad es buena idea?

A Pies de Fango le parecía una idea terrible.

—A mí tampoco me entusiasma —respondió Arvad con resignación—, pero ambas afirman que Chandra necesita encontrar su verdadero yo. Según parece, eso implica arrojar mucho fuego.

—Tranquilos, Karn está vigilándolas. —Jhoira ajustó el ocular y recogió otra herramienta.

Aquello sonaba interesante. Pies de Fango ordenó a sus pequeños que se quedaran con Raff y se marchó a investigar. Cuando iba a salir por la puerta, Raff le llamó la atención:

—Oye, ¿adónde vas? ¡Te dejas a tus bebés! —Los retoños habían obedecido y estaban apiñados en torno al asiento de Raff.

—Creo que te toca hacer de niñero —se burló Shanna.

Pies de Fango encontró las escaleras que conducían a la cubierta y salió a la luz del sol. Lo primero que vio era que el barco sobrevolaba un océano. Por debajo de la nave, el agua llegaba hasta el horizonte en todas direcciones. Cuando habían sobrevolado un mar en ocasiones anteriores, Pies de Fango había sido vagamente consciente de ello, pero verlo era diferente. Cruzó la cubierta hasta llegar a la borda y recordó lo larga que le había parecido aquella distancia cuando aún era un retoño que apenas tenía movilidad y huía para salvar su vida.

El sol acarició el sombrerillo y los poros de Pies de Fango, que sintió el calor en su interior. El cielo era azul y las nubes vagaban por él. Los sentidos de Pies de Fango notaron que había tierra en la distancia.

—Saludos, tálido —dijo alguien a sus espaldas—. Me llamo Karn.

Pies de Fango se dio la vuelta y lo saludó. Karn hizo un gesto en dirección a popa.

—No te acerques a las piromantes; están haciendo progresos y requieren una gran concentración. Además, aunque no lo hayan hecho desde que subimos a bordo, tienen cierta tendencia a gritarse la una a la otra. —Karn se inclinó hacia Pies de Fango y bajó la voz—. Es muy molesto.

Pies de Fango se sentó en la cubierta para demostrar que no tenía intención alguna de acercarse a las piromantes. Karn se sentó junto a él y continuó hablando.

—Nos dirigimos a Urborg para destruir al demonio Belzenlok en la Fortaleza de la Cábala.

Pies de Fango miró con seriedad a Karn. No tenía claro qué significaba todo aquello, pero sonaba aterrador.

—No hay garantías de que vayamos a salir victoriosos, pero contamos con un grupo formidable. —Karn dudó por un instante y luego continuó—. Lamento haber perturbado la tierra de Yavimaya para recuperar el Cáliz. Soy consciente de que alteré el hábitat de todos los seres vivos de los alrededores. Sin embargo, lo consideré necesario. Debo llevar el Cáliz a Nueva Phyrexia y destruir ese plano de una vez por todas. Pienso poner fin a su existencia para siempre. —Miró atentamente a Pies de Fango, como esperando una respuesta.

En la palabra Phyrexia había algo que hizo que la estrella blanca del corazón del barco vibrara con... ¿rabia? ¿Miedo? ¿Expectación? Pies de Fango no lo tenía claro y su piel se crispó en un acto reflejo. Karn seguía esperando y Pies de Fango hizo un gesto con sus brazúnculos para demostrar comprensión. Karn asintió y volvió la vista hacia el mar.

—Los demás creen que los pirexianos ya no son una amenaza... y quizá tengan razón. —Karn bajó su pesada frente y Pies de Fango pensó que parecía tanto triste como preocupado—. Sin embargo, presiento que, cuanto antes actúe, mejor será para todos.

Pies de Fango observó a Karn, pero este no dijo nada más, por lo que Pies de Fango tan solo permaneció a su lado y contempló el mar infinito.


Chandra se sentó en la cubierta, con treinta y siete bolas de fuego distintas flotando por encima de ella. No era fácil mantenerlas todas contenidas y en movimiento constante, pero se las estaba arreglando para hacerlo.

—¿Qué tal voy?

Jaya respondió sin dejar de pasear por detrás de ella.

—Si necesitas preguntarlo, es probable que no muy bien.

Chandra no dejó que se le escapara ninguno de los orbes. Dijera lo que dijese Jaya sobre su temperamento, Chandra comprendía perfectamente que no debía perder el control en un barco celeste hecho de madera. Además, había cosas que necesitaba saber.

—¿Por qué cambiaste de opinión sobre ayudarme? ¿Es por lo que hice por Multani?

—En parte. —Jaya pasó junto a ella y se giró para mirarla—. Fue la primera vez que demostraste ser capaz de concentrarte en algo durante un mínimo de tiempo.

Chandra siguió prestando atención a las bolas de fuego y ninguna se tambaleó. Entonces sonrió.

—Sé lo que intentas. Estás siendo molesta para ponerme a prueba.

Jaya soltó un bufido.

—Estoy siendo sincera para ponerte a prueba, muchacha.

Chandra tuvo la impresión de que no era una broma.

—¿De verdad me portaba tan mal?

Jaya suspiró y volvió a alejarse.

—No tanto. He visto casos peores: tercos, impacientes, como hablar con una pared, sin la más mínima idea de lo que querían...

Chandra no recordaba haber sido tan mala, aunque admitía que había sido pésima a la hora de escuchar a la madre Luti. Pensó cómo se habría sentido ella si hubiera estado en el lugar de Jaya. "Probablemente me habría peleado conmigo y me habría dado una lección muy dolorosa". Resultaba un poco abrumador pensar cuánto autocontrol parecían necesitar los piromantes poderosos.

—Bueno, no he sido tan horrible. Yo me hago una idea de lo que quiero. Más o menos. A veces.

—Te haces una idea de lo que crees que quieres —la corrigió Jaya—. Igual que yo en el pasado —dijo sin dejar de pasear—. Creía querer mi libertad. Tardé mucho tiempo en comprender que, en realidad, lo que quería era ayudar a un grupo de monjes a ofrecer orientación a los piromantes jóvenes. Incluso a los tercos como tú.

Chandra sonrió.

—¿Por eso no te rendiste conmigo?

—Digamos que no me gusta dejar asuntos pendientes —respondió Jaya encogiéndose un poco de hombros—. Tú aún no te conoces a ti misma, así que no piensas las cosas detenidamente. Lo que hiciste por Multani me demostró que quizá tengas cierta noción de cómo entrar en contacto con tu verdadero yo. —Se giró de nuevo hacia Chandra, con seriedad en el rostro—. Cuando sabes lo que en verdad quieres, no cometes errores.

Chandra dejó que las palabras calasen en ella y pensó en lo que creía querer y en los errores que había cometido. En cómo se sentía realmente. Una de las bolas de fuego más alejadas se avivó un poco y Chandra la estabilizó.

—Mi amiga Nissa se marchó al poco de llegar aquí. No se fiaba de Liliana, tampoco creía que debíamos matar a Belzenlok ni... Entiendo que necesitaba regresar a su plano natal, después de todo lo que ocurrió allí, pero me sentí como si...

Jaya la escuchaba.

—Como si te hubiera abandonado.

—Exacto, y supongo que es una de las razones por las que me amargué tanto —admitió Chandra—. Por eso te grité cuando creía que eras la madre Luti y te grité aún más cuando descubrí quién eras. —Chandra se dio cuenta de que parecía estar poniendo excusas. Estaba harta de excusas—. Sé que eso no justifica mi comportamiento, pero he recapacitado y estoy lista para borrar a Belzenlok y la Cábala de la faz de este plano. Eso es lo que quiero.

—Mm... —masculló Jaya.

Chandra se arriesgó a levantar la vista hacia ella y vio que Jaya tenía la mirada puesta en el horizonte. Una mancha oscura tapaba el cielo azul en la lejanía, como una nube. Como la nube de ceniza de un volcán. Chandra entrecerró los ojos: Urborg estaba a la vista. Entonces, Jaya se volvió hacia ella.

—Enseguida tendrás la oportunidad de demostrarlo, muchacha.


Pies de Fango notó un olor a humo en la brisa marina, además de un lejano hedor a podredumbre y fuego. Sintió un escalofrío en la piel y bajó por las escaleras para ir en busca de sus retoños. Había llegado la hora de regresar a la seguridad del compartimento del motor y la luz de la estrella blanca. Por el momento.


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