Fiora es la tierra del Renacimiento perpetuo; sus hermosas ciudades son famosas en todo el Multiverso por su arquitectura fastuosa y el genio de sus inventores. A pesar de sus paisajes pintorescos, Fiora es uno de los planos más peligrosos para un Planeswalker. Cada manga oculta una daga; cada sonrisa, una mentira. En su capital (Paliano, la Alta Ciudad), el asesinato y el subterfugio son el pan de cada día. Aquí, hasta la letra pequeña es artística, pero bajo el fino velo de la civilización se esconde la lucha encarnizada por el poder de las facciones políticas y los rufianes más despiadados. Los que ocupan los puestos legislativos de la Alta Ciudad controlan las votaciones, y las leyes de Paliano vinculan místicamente a la población. Los Planeswalkers que visiten Fiora deben tener en cuenta que el asesinato, el homicidio y la violencia nunca se han declarado ilegales; de hecho, son herramientas políticas de lo más comunes.
Más allá de Paliano, la población vive en ciudades más pequeñas con gobiernos locales. Aunque no están directamente involucradas en las maquinaciones de Paliano, en estas localidades también abundan la corrupción y los acuerdos clandestinos. La masacre de Drakestown es un siniestro testimonio de esto. Aunque estaba lejos de la Alta Ciudad, casi en la linde de los bosques, todos sus habitantes fueron asesinados hace años como parte de un plan desconocido. Los espesos bosques permanecen inexplorados. La exploradora Selvala fue una de los primeros en aventurarse tras la frontera, en busca de un mundo más allá de la inmoralidad de los nobles. Aunque la magia de la Alta Ciudad sigue dictando las acciones de los ciudadanos, en lo profundo de los antiguos bosques brilla una promesa de paz: un remanso de calma a salvo de los sangrientos manejos políticos en Fiora.