Theros está gobernado por un panteón de dioses impresionantes. Los mortales tiemblan frente a ellos, víctimas de sus volubles caprichos, y viven aterrorizados ante la posibilidad de despertar su ira. En este plano, minotauros bestiales descienden desde las cuevas para atacar a los viajeros desprevenidos. Los gigantes acechan las tierras y obtienen sus fuerzas del suelo que aplastan. Y en el mar, krakens monstruosos rondan las profundidades y las sirenas atraen a los marineros a un destino aciago. A pesar de todos estos peligros, los mortales han encontrado la forma de perdurar; y en este plano es precisamente donde más se valora a los héroes.
Los mortales no solo han logrado sobrevivir, sino también prosperar. En Theros, la civilización queda protegida tras los muros de las grandes polis, ciudades-estado que actúan como baluartes contra los monstruos feroces de las zonas más salvajes. Meletis, la polis del conocimiento, el progreso, la magia y la devoción a los dioses, es el testimonio de los logros de la civilización. Rodeada por amplios campos de trigo y el Mar de las Sirenas, su poderosa fuerza militar es conocida como el ejército reverente. En la polis de Akros, nada cuenta más que la destreza militar. Los guerreros akronienses han alcanzado una fama casi mítica en Theros. Los imponentes muros de la fortaleza de Akros sobre el acantilado son el centro de una red de destacamentos que protegen el resto de Theros, algo que hace respirar de alivio a muchos nativos. Setessa, la polis aislada y rodeada por anillos concéntricos de bosques, mantiene un carácter fieramente independiente. Sus habitantes, unidos por fuertes vínculos, comparten la veneración por la naturaleza.