Los dosieres de Leovold
Historia anterior: Instrucciones sangrientas
En estos tiempos de incertidumbre en Paliano, la información es tan valiosa como un tesoro. Nadie comprende esta realidad tan bien como el embajador Leovold de Trest, siempre dispuesto a compartir sus averiguaciones con la gente adecuada... por el precio adecuado.
El ascenso de Marquesa
Los preparativos de un festejo requieren tiempo. Sin ir más lejos, la última vez que celebramos un evento en la embajada dediqué una semana exclusivamente a tratar con interioristas y reposteros, con el fin de garantizar que las reproducciones de los emblemas fueran fieles y lucieran los azules correctos. La reina afirma que Brago dejó un testamento donde la nombraba sucesora, lo cual encuentro bastante ridículo de por sí (no pretendo denigrar a los espectralmente avanzados, pero dudo que la planificación sucesoria sea una de sus preocupaciones). No obstante, hablemos sobre la auténtica prueba de este engaño: en el mismo día en que Marquesa proclamó su ascenso, la sala del trono había sido inmediatamente decorada con tapices de la Rosa Negra, la guardia real había recibido escudos con el emblema de la Rosa Negra y había banderas de la Rosa Negra ondeando sobre la capital. Mientras el pueblo se preguntaba abiertamente cómo había persuadido a los Custodi para que legitimaran su coronación, a mí me intrigaba saber cómo había logrado encargar semejante parafernalia a todos los modistas y sastres de la ciudad sin que nadie se diera cuenta.
Procedamos a hablar sobre la muerte de Brago (¿segunda muerte? ¿Muerte adicional? No contaba con que necesitaríamos un término para esto, mas veo que sí). Mi acceso a la corte de la nueva reina ha sido limitado, pero el relato más plausible que he podido componer a partir de rumores e insinuaciones dice lo siguiente: una asesina se infiltró en el palacio, al parecer atravesando las paredes, según algunas fuentes, y llegó a los aposentos del monarca. Aún se desconoce cómo es posible matar a un fantasma (¿matar permanentemente? ¿Supermatar? Creo que necesitaré a un lingüista para idear estos términos, o de lo contrario me volverán loco), pero los visitantes de la corte afirman que la corona de la nueva reina parece brillar con la misma energía espectral que desprendía el semblante de Brago.
Proporcionaré más información una vez que mi socio logre restablecer las vías de comunicación con la nueva monarca. Lamento el cliché, pero debemos proceder con cautela, ya que esta rosa no se caracteriza por sus pétalos, sino por sus espinas.
Leovold
Selvala de Alberon
Esta encantadora joven, cuyo gusto para los sombreros no tiene parangón, se ha visto arrastrada por segunda vez a un conflicto con la ciudad que tanto se esfuerza en amar. Selvala redactó la Carta junto a Brago (cuando este aún estaba varios enteros más vivo que ahora) y luchó por su ratificación; los agradecimientos que recibió a cambio fueron la traición y el encarcelamiento. Tras huir de prisión se retiró a las tierras interiores, solo para verse atraída de nuevo a los asuntos de Paliano cuando los nobles se aficionaron a utilizar bestias exóticas para sustituir a los sirvientes artificiales de Muzzio.
Conversé con Selvala en una cafetería a orillas del río y le tendí nuestra mano en señal de amistad; ¿sabías que aún tiene primos en Trest con quienes se escribe habitualmente? (Se ha obtenido un resumen de dichas cartas mediante la Ley de Seguridad Estatal y están disponibles para su revisión). Dialogamos largo y tendido acerca de su dilema actual: la nueva reina no permite la presencia de Selvala en la corte, pero ella tampoco siente gran interés por aliarse con la capitana Adriana debido a la indiferencia de esta en asuntos que Selvala valora profundamente.
Le insinué que los humanos y sus fantasmas quizá hubieran dirigido Paliano durante demasiado tiempo, y que tal vez fuera el momento de que alguien que realmente apreciase un gobierno armonioso asumiera el papel de dirigente. Reaccionó con una mirada que conozco bien: una mirada de ambición, pero no en aras de su propio beneficio, sino de enmendar un mal mayor... y con un ligero toque de ira para avivar las llamas. Antes de despedirnos, dejé claro que sus primos trestianos estarían extremadamente interesados en apoyar cualquiera de sus futuros esfuerzos, fuera cual fuese su naturaleza.
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Capitana Adriana Vallore (retirada)
He pasado largo tiempo observando a los jóvenes de Paliano; su comportamiento me resulta tan entrañable como desconcertante. Tanto entre las universidades de las élites como en los mercados y talleres de las clases bajas, los rituales de cortejo de la juventud están a la vista de todos. ¡Cuán encantadores dramas acontecen! Puede que las tragedias más comunes, y las que más tienden a representarse en los escenarios, sean las historias de amor no correspondido.
Ay, pobre Adriana. Su amor por la ciudad es firme e inflexible; no obstante, cuando llegó el fin de Brago, la ciudad demostró que no siente el mismo amor por ella. Adriana ha sobrevivido a duras penas al ascenso de la reina y, al ser una persona testaruda, creo que seguirá recibiendo visitas inesperadas de los emisarios de la soberana, hasta que uno de ellos consiga persuadirla para unirse a su rey.
Sin embargo, antes de que llegue ese final, parece que Adriana pondrá todo su empeño en causar la mayor agitación posible en nombre de la rectitud. Traté de contactar con ella por medio de un mensajero, pero este regresó con la nariz rota y la camisa hecha jirones. La nariz sanará, pero me temo que ya no se puede hacer nada por la camisa.
Falta por ver a qué género pertenece exactamente esta obra. ¿Logrará nuestra noble heroína conquistar al objeto de sus afectos y traer una nueva era de paz, igualdad y prosperidad? ¿O será su desesperanzada utopía igualitaria tan efímera como el rey al que servía? Si fuese un elfo aficionado al juego (y te aseguro que no lo soy), apostaría por la segunda opción. En cualquier caso, gozamos de un asiento en primera fila para presenciar este drama e informaremos de las novedades durante el intermedio.
Leovold
Su Majestad la reina Marquesa, la Rosa Negra, primera de su nombre; líder del consejo, garante del gobierno legítimo, única soberana de la Alta Ciudad, auténtica heredera del trono de Paliano y todos los derechos y privilegios que este conlleva
Alias: la Rosa Negra, Marquesa d'Amati
Según mi experiencia, existen dos clases de bestias de caza. Las primeras existen por la emoción de la caza y se regocijan sirviendo a sus amos. Encontrarás a estas criaturas siguiendo los carruajes, correteando detrás de los caballos y ladrando alegremente. Estas bestias no son una amenaza para el carruaje ni para los caballos. Simplemente, disfrutan corriendo.
Luego están las otras. No hay forma de distinguirlas durante la caza, ya que ambas clases se sienten orgullosas y realizadas al perseguir a sus presas. La diferencia está en su propósito. Las bestias del segundo tipo rastrean y matan porque es su función; cualquier manifestación de alegría es una coincidencia o una fachada. Estas bestias cazan porque fueron creadas para esa finalidad. Puede que hoy maten lo que les indique su amo, pero, en ausencia de un maestro, matarían igualmente.
Marquesa es una criatura del segundo tipo.
No culpo a mi predecesor de no haber detectado los indicios. El personaje que había cultivado, aquella gentil "madre de asesinos" que había representado durante años, señalaba hacia una ambición específica: ejercer control e influencia desde las sombras. En retrospectiva, esa imagen pública no era más que una distracción. El objetivo de Marquesa siempre ha sido el trono. Siempre.
En las calles, algunos la llaman usurpadora. He escuchado mofas sobre su "apropiación del poder" en el vacío dejado por Brago, pero su intención no solo es hacerse con el poder.
Su intención es gobernar.
Pocas horas después de su ascenso al trono se realizaron proclamas y ejecutaron políticas claramente elaboradas desde hacía semanas e incluso meses, todas con el objetivo de consolidar su poder, conseguir la aceptación intranquila de los ciudadanos y legitimar su mandato. Si el pueblo obedece sus edictos, ¿cómo se podría negar que sea la reina?
Las semanas y meses venideros serán cruciales. Todo este golpe podría fracasar si se aplica la presión adecuada, pero, al mismo tiempo, la presión de otros colectivos podría consolidar el poder de Marquesa. He ofrecido una tentativa de negociación oficial en representación de Trest. Te informaré con la mayor prontitud cuando reciba la respuesta de Su Majestad.
Leovold
Grenzo, alcaide de las mazmorras reales
Me encantan los trasgos. Sé lo que pensarás, ¡pero es verdad! Un trasgo, debido a su naturaleza, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. Un trasgo es todo lo que no somos: agresivo, salvaje, basto y ruidoso. Cuando un trasgo acepta su naturaleza y se convierte en la culminación de lo que puede llegar a ser, no puedo evitar sentir simpatía por él. Lo mismo podría ocurrirme con Grenzo, si no fuese por la ligera preocupación de que su chusma y él me asesinarán por la noche junto a todas las personas que aprecio.
Grenzo se conformaba con formar parte del engranaje de Paliano y se había situado en una posición que le permitía controlar una parte considerable de los bajos fondos. Al servir como alcaide de las prisiones de Brago y contar con la lealtad incondicional de una red de fiadores, cazarrecompensas y bandas criminales, Grenzo era una fuerza poderosa en la ciudad y nunca necesitaba ensuciarse las manos (esto solo es un decir: intuyo que sus manos estaban sucias en todo momento).
En ausencia del apoyo de Brago (se desconoce por completo qué suceso provocó que el antiguo rey tolerara y apoyara las operaciones del alcaide), ha adoptado una táctica distinta que me sorprende tanto más como menos que sus antiguos métodos: ha iniciado una rebelión abierta. Grenzo incita a las turbas a la violencia, aunque no contra la propia reina, sino contra la idea de la ciudad en sí. Ya se ha aprovechado en dos ocasiones de las multitudes congregadas por la capitana Adriana, infiltrándose en ellas y convirtiendo esas manifestaciones en revueltas violentas. Sus metas me resultan completamente opacas; desde luego, no pretende hacerse con una posición de poder, a menos que tratar de causar la perdición de todas las posiciones sea un medio para lograr ese fin.
¿Esta anarquía es una auténtica filosofía política? Me gustaría dar a Grenzo el beneficio de la duda en este asunto, ya que le he tomado cariño con el paso de los años. ¿Quizá lamente la pérdida de su rey y utilice la ira como forma de expresarlo? Lo dudo, pero no puedo descartar la posibilidad. ¿Puede que este causando este caos a petición de la reina? Parece atípico de la clase de juegos favoritos de Marquesa. O, simplemente, Grenzo tal vez haya vuelto a dejarse llevar por sus instintos más básicos: destrozar y quemar cosas por la pura gloria de oír el sonido de cristal estallando y ver las luces danzantes de las llamas. Sea como fuere, he ordenado a mi personal diplomático que se mantenga alejado de las grandes multitudes, puesto que las calles son más inestables que nunca.
Leovold
Nota: la semana pasada, uno de mis agregados diplomáticos interceptó una entrega anónima de un agente de la reina. ¡Imagina lo sorprendido y halagado que me sentí al descubrir que el contenido era un dosier acerca de mi humilde persona! He tomado cada palabra de dicho documento como un elogio sincero.
Embajador Leovold de Trest
A Vuestra Majestad la reina Marquesa, la Rosa Negra, primera de su nombre; líder del consejo, garante del gobierno legítimo, única soberana de la Alta Ciudad, auténtica heredera del trono de Paliano y todos los derechos y privilegios que este conlleva
Siguiendo Vuestras instrucciones, he recabado la siguiente información acerca del recién nombrado embajador de la ciudad-estado de Trest. Ha dado a conocer su presencia en la ciudad organizando toda clase de fiestas, banquetes y otros eventos con la explícita intención de fomentar el "intercambio cultural".
Los trestianos parecen tener problemas con nuestras costumbres culturales y optan por exhibir su riqueza y supuesto refinamiento, pero los asistentes a esos eventos los han calificado de chabacanos y torpes. Puesto que los elfos de Trest favorecen lo primitivo y subdesarrollado, esto no es ninguna sorpresa. El propio Leovold parece satisfecho con su papel de anfitrión obsequioso y bufón de la corte, con sus gestos excesivos y sus osadas proclamaciones de amistad. Semeja que Leovold trata de congraciarse tanto con la nobleza como con el pueblo llano. Ha logrado cierto éxito, ya que la delegación trestiana suele ser bienvenida en la alta sociedad y entre las clases inferiores.
Por otro lado, la embajada posee un pequeño contingente de guardias armados; dado el limitado personal de la embajada, esto no resulta sorprendente. Aunque los guardias parecen bien entrenados, es evidente que no adoptan una actitud agresiva, sino que parecen contentarse con disfrutar de las vistas y los sonidos de la más grandiosa ciudad de Fiora.
No obstante, se rumorea que los miembros de la delegación trestiana están relacionados con pequeños incidentes diplomáticos y se sospecha que participan en labores de espionaje y similares. Hay dos explicaciones potenciales para estos informes. O bien Leovold y sus agregados se han involucrado en labores de espionaje altamente sofisticadas contra el estado, o bien los miembros de su delegación tienen tendencia a husmear en asuntos ajenos y realizar pequeños hurtos.
Considero que la segunda posibilidad es mucho más probable, pero admito que no puedo descartar completamente la primera. Continuaré observando los movimientos del embajador, pero, dada nuestra situación actual, recomiendo no emplear demasiados recursos en ello. Tenemos asuntos mucho más urgentes entre manos.
Lucia Covi, Espina de la reina
Se levanta el telón
¡Qué gran época para vivir en Paliano! Las piezas están en su lugar, las luces están encendidas y el juego está a punto de empezar. Todas las miradas están puestas en la reina y en sus preparativos para enfrentarse a Adriana, la capitana renegada. Gran parte de la guardia de la ciudad ha sido reemplazada por tropas leales a Marquesa, pero se trata de espías y asesinos encumbrados, no de un grupo entrenado para mantener el orden; la mayoría de ellos se sentirían más cómodos empuñando un estilete en un callejón oscuro que cabalgando bajo una armadura de malla.
¿Y los antiguos guardias? Algunos han sido encarcelados, pero ¡las prisiones son un colador! Grenzo no siente interés por ayudar a la reina a mantener el orden y prácticamente ha renunciado a su cargo. Adriana ha organizado varios rescates ciertamente audaces para recuperar a sus antiguas tropas; entre estas fugas cabe destacar una en la que participaron una hidra domesticada, un carro con empanadas de carne y un trío de soldados irrisoriamente disfrazados de lavanderas. Pero no nos desviemos del tema.
Adriana afirma luchar por la ciudad, como si esta fuese una especie de ideal encarnado. Un concepto exquisitamente poético, aunque sus tácticas sean de lo más físicas: manifestaciones demasiado multitudinarias como para aplacarlas pacíficamente, asaltos coordinados contra algunas de las antiguas bases de la reina... Y discursos; digamos que a la buena mujer no le desagrada oír el sonido de su propia voz.
Aunque todas las miradas estén puestas en el escenario principal, las tierras interiores también bullen de actividad. Algunas figuras, como la ilustre y célebre Selvala, pretenden aprovechar esta agitación para tratar de acabar con la desidia y los excesos de la nobleza, tan descaradamente cortejada por la nueva reina. Otros se preguntan qué ha sido de los restos de la disuelta Academia. La mayoría de los antiguos maestros permanecen en la ciudad y se han retirado a sus talleres privados (algunos de los cuales se podrían definir más bien como pequeñas fortalezas), cuyas luces continúan encendidas todas las noches, proyectando sombras en los muros hasta que el amanecer las disipa.
En definitiva, nos encontramos en lo alto de una montaña de leña mientras los niños corretean por las calles, antorchas en mano. Hemos realizado preparativos para actuar ante cualquier eventualidad, o también podemos mirar para otro lado y granjearnos el favor de los vencedores. Aguardaré nuevas instrucciones con mano capacitada y firme.
Atentamente,
Embajador Leovold de Trest