Regreso a Dominaria: episodio 5
—Gracias por reunirte conmigo —dijo Ajani.
Jhoira asintió con cortesía.
—Supongo que quieres que ayude a los Planeswalkers de los que me hablaste. —Se encontraban en el puente recién construido del Vientoligero, situado en la popa del barco celeste. Las amplias ventanas que se extendían por las paredes ofrecían una vista magnífica del cielo matutino de Bogardan, el campamento de los trabajadores, la playa y el resto de la caleta. La tripulación estaba en cubierta, donde Tiana y Arvad ayudaban a Shanna y Raff a subir a bordo el resto de los suministros para guardarlos en la bodega.
La llegada súbita de Ajani había causado cierta confusión. Incluso para la gente acostumbrada a la magia, resultaba sorprendente ver aparecer de la nada a un humanoide enorme, musculoso, cubierto de pelaje blanco y con la cabeza de un felino tuerto. Por suerte, la mayoría del equipo de restauración ya había embarcado en el buque de apoyo para regresar a casa; Hadi, Tien y los pocos que quedaban en la playa para despedirse de Jhoira ya estaban acostumbrados a los sucesos extraños.
Jhoira solo se había encontrado con Ajani en una breve ocasión, en la que él había revelado ser un Planeswalker y le había pedido ayuda. Habían acordado volver a verse en aquel lugar, pero a Jhoira le hubiera gustado llegar con antelación suficiente para reencontrarse antes con el Vientoligero. Ahora tenía que obligarse a permanecer centrada en la conversación, cuando en realidad quería pasar las manos por la nueva madera lisa de la consola de navegación, bajar por la escalerilla del puente e ir a examinar los motores reconstruidos y a explorar el laberinto de camarotes, las salas comunes y la cocina. La semilla de Molimo había vestido los huesos del barco celeste con una estructura que parecía totalmente distinta a la par que conmovedoramente familiar.
—Así es, debemos reunirnos con ellos —continuó Ajani. Estaba centrado en sus propias preocupaciones y no parecía darse cuenta de que Jhoira estaba distraída. Fuera lo que fuese a decir, daba la impresión de que se sentía reacio a hacerlo—. Pero antes debo preguntarte algo... ¿Sabías que el Planeswalker conocido como Karn fue hallado y rescatado de las garras de los pirexianos? ¿Y que ha regresado a Dominaria?
—¡No! No tenía ni... ¿Estás seguro de eso? —Un torrente de sorpresa y alivio le aceleraron el corazón. Ajani lo confirmó con un leve asentimiento. Jhoira se giró y se tapó el rostro; quería intimidad para su arrebato de emociones. Su búho mecánico se le posó en un hombro y gorjeó con inquietud, atraído por la repentina agitación de su creadora. "Estoy bien", le dijo antes de hacerlo salir por la escotilla con otro pensamiento y enviarlo a la cubierta del Vientoligero. Respiró hondo y se volvió hacia Ajani con intención de preguntarle dónde estaba Karn. Las facciones del leonino eran tan singulares que resultaba difícil interpretar sus expresiones, pero el desaliento de su mirada era evidente. Las preguntas de Jhoira cambiaron—: ¿Algo va mal? ¿Karn está herido?
—No, no herido. —Ajani titubeó por un momento—. ¿También conocías al Planeswalker Venser?
—Sí. —Jhoira se dio cuenta de que Ajani había hablado en pasado y sintió un nudo en la garganta—. Por favor, dime qué les ocurrió.
Ajani soltó un largo suspiro.
—Venser sacrificó su chispa para salvar a Karn. Pero el propio Venser no sobrevivió.
Jhoira se dio la vuelta y caminó hacia el soporte de la brújula, pasándose una mano por el pelo. No quería creérselo, pero aquella era exactamente la clase de decisión que Venser tomaría. Tras el arrebato de alivio por Karn, aquella revelación supuso un revés de tristeza. Venser había sido poco mayor que Raff cuando se conocieron. Lo había querido como a un amigo, aunque él había sentido algo más por ella. De espaldas a Ajani, le preguntó:
—¿Esa es la razón por la que Karn no ha venido a verme?
—No lo sé, pero... me parece una suposición natural.
"Tengo que encontrarlo", pensó Jhoira. Karn también era amigo de ella y ambos compartían el dolor por la pérdida de Venser. Se frotó los ojos: antes había otros asuntos con los que lidiar.
—¿Y los pirexianos? —preguntó ella.
—Un plano entero cayó bajo su control, pero están contenidos allí. Ningún otro mundo debería hallarse en peligro. —La convicción de Ajani era reconfortante.
Jhoira quería hacer más preguntas, pero oyó que Tiana la llamaba desde cubierta. El Vientoligero estaba listo para zarpar y Jhoira no quería perder ni un instante más. La misión que les aguardaba sería una distracción bien recibida. Pasó las manos por la consola de navegación y se centró en el presente.
—Gracias por traerme estas noticias. Seguro que no ha sido una carga fácil de llevar. Y ahora, vayamos en busca de tus amigos, ¿de acuerdo?
Ajani asintió con amabilidad. Había reconocido el vacío en la sonrisa de Jhoira y su deseo de privacidad.
Las puertas de Ciudad de Benalia eran impresionantes, construidas con vitrales mágicos benalitas que resplandecían bajo el sol de la mañana. Tenían la altura de un edificio de cuatro plantas y estaban alojadas en una imponente muralla de piedra gris, coronada con torres y arcos estrechos. Gideon habría apreciado mejor las vistas si la entrada no hubiera estado bloqueada en ese momento. Una docena de ángeles de batalla se habían desplegado a lo ancho del camino para detener no solo al grupo de Gideon, sino a todos los carruajes y viajeros que intentaban pasar dando un rodeo.
Gideon iba a caballo y no se molestó en desmontar. Detrás de él venían Liliana y un pelotón de soldados de Rael. Tampoco se molestó en disimular su tono irónico cuando preguntó a los ángeles:
—¿Hay algún problema?
—Soy Lyra Portaalba, comandante de los ángeles de Serra —se presentó la líder del grupo—. Tu compañera hiede a magia de muerte y no le permitiremos entrar en la ciudad.
—Oh, por favor... —murmuró Liliana con repugnancia.
Gideon tomó aire para calmarse. No era el momento de tener una confrontación, sobre todo con gente que debería ser su aliada.
—Como veis, viajamos con soldados de Benalia —empezó a decir.
—Ellos y tú sois bienvenidos —lo interrumpió Lyra—. La nigromante, no.
Gideon no estaba de humor para aquello. Habían recorrido un largo camino hasta allí y sabía que los mensajeros aven de Rael ya habían llevado noticias sobre la batalla.
—La "nigromante" es una cazadora de demonios. Ya acabó con tres y fue la clave para derrotar a la Cábala en Cáligo. Hemos venido para matar a Belzenlok.
—¿Por qué le cuentas nuestros planes a todo el mundo? —intervino Liliana, exasperada—. Ya puestos, ¿por qué no gritas un poco más alto? Seguro que algún sectario de los alrededores aún no te ha oído.
—No se los estoy contando a todo el mundo, sino a la comandante de la Iglesia de Serra —contestó Gideon tensando la mandíbula y señalando a Lyra—. Es esa, la de las alas.
—No intentes parecer sarcástico, porque no se te da muy bien —dijo Liliana—. Y que ese ángel sea una comandante no significa que puedas fiarte de ella. ¿Cómo es posible que hayas sobrevivido tanto tiempo y sigas siendo tan ingenuo?
—Las fuerzas de la Iglesia confiaron en nosotros en Cáligo y te ayudaron con tu peculiar problema. Lo mínimo que podemos hacer es corresponder el gesto. Además...
—¡Eso no es lo mínimo que podemos hacer!
—¡Además!, Belzenlok ya sabe que estamos aquí.
Lyra observó a Gideon y Liliana enarcando una ceja. Entonces, Thiago se adelantó a ellos y entregó al ángel un paquete doblado.
—Comandante Portaalba, esta carta es de Rael, ángel de batalla de Cáligo. En ella expresa su apoyo a la nigromante Liliana.
Lyra aceptó el paquete y lo abrió.
—¿Han discutido de este modo durante el trayecto desde Cáligo? —preguntó el ángel.
—Sí, comandante, todo el camino —respondió Thiago con un suspiro.
Lyra examinó la carta y, tras un largo momento, aceptó a regañadientes:
—Muy bien, tenéis permiso para entrar en la ciudad.
—Vaya, un millar de grac... —empezó a decir Liliana, rebosante de sarcasmo, pero Lyra batió las alas con fuerza y se marchó volando. Los demás ángeles la siguieron y la agitación del aire revolvió el pelo de Gideon e hizo que su caballo se encabritara.
Mientras Liliana farfullaba groserías, Gideon tan solo sintió alivio por haberse librado del obstáculo. Se acercó a Thiago para pedirle consejo.
—Tenemos que ir a un lugar elevado, como la cima de una torre. ¿Puedes sugerirnos algún sitio?
—Sí, con eso sí que puedo ayudarte —respondió él.
Había banderas blancas ondeando por todas partes y el grupo cruzó una plaza decorada con estatuas de héroes benalitas que llevaban armaduras chapadas en oro. Habiendo venido de la ciénaga, resultaba agradable cabalgar por una ciudad viva, bulliciosa y enérgica, llena de civiles humanos y aven que hacían vida normal. También se veían soldados y caballeros, algunos de los cuales incluso montaban en pegasos por las calles, pero estaba claro que Ciudad de Benalia, aunque estuviera bien defendida, no se encontraba bajo asedio. "Todavía", pensó Gideon. Odiaría ver aquel lugar y las poblaciones prósperas de la campiña en el mismo estado que la región de Cáligo.
Thiago hizo algunos trámites para que les permitieran esperar en lo alto de una atalaya de la guarnición benalita, dotada con una plataforma de aterrizaje para facilitar el acceso a ángeles y aven. Gideon solo le había dicho que debían esperar a un amigo, pero aquello no extrañó a Thiago, que parecía acostumbrado al ir y venir de guerreros alados. Gideon le dio las gracias y el soldado respondió:
—Es lo mínimo que puedo hacer después de que nos ayudaras en Cáligo. De que los dos nos ayudarais. Buena suerte.
Gideon lanzó una mirada a Liliana para ver su reacción al comentario, pero la nigromante ya le había dado la espalda y se dirigía a sentarse en un banco de piedra junto a la plataforma. Durante el viaje a Ciudad de Benalia, se había preocupado por ella. Liliana seguía sin hablar sobre su hermano y tal vez no fuera consciente de que Gideon había escuchado las últimas palabras de Josu. El Velo de Cadenas le había pasado factura y había drenado sus fuerzas, pero habían tenido que emprender el viaje casi de inmediato. Cuando fue a sentarse a su lado, Liliana le hizo una pregunta:
—¿Por qué querría Ajani que nos encontrásemos en un lugar elevado?
Gideon apoyó la espalda en la pared y relajó su hombro, aún dolorido.
—No lo sé, pero estoy seguro de que tiene un buen motivo.
—Y yo estoy segura de que es un motivo pretencioso.
Esperaron tanto tiempo que Liliana se adormeció. Al cabo de un rato, Gideon se levantó al ver llegar volando a un animalillo dorado que parecía un ave mensajera. Cuando la criatura aterrizó en el parapeto, se dio cuenta de que era un búho mecánico.
—Parece una máquina bastante compleja —comentó Liliana con un bostezo antes de ponerse en pie.
—Igual que esa —añadió Gideon mientras un enorme barco celeste descendía hacia ellos.
La discusión comenzó en cuanto embarcaron en el Vientoligero y subieron la escalerilla que conducía al espacioso puente del barco. La sección delantera, donde se encontraban el timón y la brújula, estaba dominada por un ventanal que ofrecía una vista espectacular de Ciudad de Benalia. Ajani apenas les dio tiempo para conocer a la capitana Jhoira, Shanna Sisay y Raff Capashen antes de hacerle a Gideon la pregunta clave:
—¿Dónde están los demás? ¿Por qué no han venido con vosotros?
Gideon se vio obligado a darle una larga e incómoda explicación. Entretanto, Liliana escuchaba en silencio, apretando los dientes todo lo que pudo. A una parte de ella que había enterrado tiempo atrás, la que recordaba que era una hija de la casa Vess, aquel relato le pareció muy grosero e irrespetuoso. Gideon era tan molesto como siempre y se explicaba aparentando calma. Por lo menos evitó mencionar a Josu e hizo parecer que habían acabado con el liche de Cáligo porque era la única manera de derrotar a las fuerzas de la Cábala. Aquello fue un alivio para ella; imaginó que Ajani podría sentir compasión, al menos por lo que respectaba a su hermano, y la idea no la agradó lo más mínimo. No estaba dispuesta a soportar la piedad del leonino.
Además, la mención al Vacío que había hecho Josu aún le producía escalofríos. ¿Qué habría querido decir?
—Temía llegar a esta situación —comentó Ajani con pesar—. No sé cómo podremos derrotar ahora a Nicol Bolas. No deberíais haber ido a Amonkhet.
Liliana ya no podía contenerse más. El Velo de Cadenas era como un peso terrible que aún mermaba sus fuerzas incluso después de tanto tiempo de haberlo usado. Quería tener una discusión acalorada con alguien y Ajani era un objetivo mucho mejor que Gideon.
—¿Y si te dejas de lamentos durante un rato y escuchas nuestro plan? —dijo manteniendo un control gélido—. Además, ¿podemos sentarnos? Gideon aún está recuperándose de sus heridas y yo tampoco me encuentro bien, aunque eso no te incumba.
El joven mago Raff trató de ofrecerles asiento, pero Ajani volvió su mirada pesarosa contra ella.
—Sé que la mayoría de los problemas se deben a ti, nigromante. A ti y a tus demonios...
—Liliana, para —intervino Gideon—. Y escucha, Ajani: la decisión fue mía y asumo las consecuencias.
El leonino se volvió hacia Gideon con exasperación en su ojo. Sin embargo, su voz seguía teniendo la misma calma irritante.
—Asumir las consecuencias es admirable, pero el mal está hecho en Amonkhet y no hay modo de enmendarlo.
—Eso es indiscutible —admitió Gideon. Liliana estaba furiosa, pero, al menos, Gideon blandía su calma contra Ajani. Tal vez pudieran "transmitirse más dolor que furia" el uno al otro hasta convertirse mutuamente en piedra allí mismo. "No estaría mal", pensó Liliana, que empezó a plantearse cómo conseguirlo de verdad, al menos en el caso de Ajani. Gideon continuó—: Pero fracasamos en Amonkhet porque Liliana seguía incapacitada por su pacto demoníaco. Una vez que matemos a Belzenlok, tendrá libertad para usar todo su poder contra Nicol Bolas.
—No, debéis escucharme y no perder el tiempo —insistió Ajani.
—¿Librar a Dominaria de Belzenlok es una pérdida de tiempo? —espetó Liliana.
—Yo no he dicho eso —contestó Ajani con tanta paciencia que Liliana se quebró como una ramita.
—¡Tú no viste lo que hizo en Cáligo! —estalló—. Todo lo que yo conocía ha sido destruido, convertido en fango y podredumbre. Tenemos que detenerlo. Tenemos que... —De pronto, se percató de que había revelado más de la cuenta y se había expuesto sin remedio. Los recién conocidos la observaron con compasión en los ojos; en particular, Shanna asintió como si la entendiera perfectamente. La sensación le resultó horrible. Liliana se cruzó de brazos y levantó la barbilla, decidida a salir del paso con descaro—. Tengo que liberarme de mi pacto antes de poder librar tus batallas por ti, Ajani. Así de sencillo.
Ajani no respondió y simplemente la estudió con su ojo restante.
—Nuestra intención es continuar luchando contra Bolas —terció Gideon—, pero primero debemos destruir a Belzenlok.
El leonino lo observó con detenimiento y luego hizo lo propio con Liliana. Ella sabía que se estaba mostrando terca, enojada y angustiada, por lo que trató de suavizar su expresión y adoptar su habitual actitud despectiva. No estaba segura de haberlo conseguido.
Ajani pareció sopesar una decisión, hasta que por fin habló:
—Ya veo, pero no puedo quedarme a ayudaros. Debo encontrar a más Planeswalkers para que se unan a la batalla contra el dragón.
—Iremos contigo lo más pronto que podamos —respondió Gideon sin dudar.
Ajani asintió con respeto y seriedad.
—Cuidaos.
Unas sombras doradas se formaron en tono a él cuando se dio la vuelta, como si acechara en un campo de hierba alta. Un instante después, Ajani se desvaneció al abandonar Dominaria. Raff dijo adiós con la mano al espacio vacío que había dejado.
—Hasta otra, ha sido un placer conocerte. Vuelve cuando quieras discutir asuntos de Planeswalkers delante de desconocidos.
Shanna le dio un codazo suave.
—Ahora no, Raff.
Gideon soltó un suspiro y se dirigió a Jhoira:
—Siento haber discutido en tu nave. Al parecer, Ajani esperaba que nos marcháramos con él. Si quieres que nos vayamos...
—En absoluto. —Bajo la calma de Jhoira había acero—. Ajani tendrá sus planes, pero yo mandé reconstruir este barco con el único fin de combatir a la Cábala. Destruir a Belzenlok sería un primer paso excelente y nos vendría bien vuestra ayuda.
—¿Por qué? —Con esfuerzo, Liliana empleó un tono inquisitivo, en lugar de acusador. No quería rechazar la ayuda ni abandonar aquel barco, que parecía bastante cómodo, pero tampoco quería que la engañaran de nuevo—. ¿Qué motivo tienes para matar a Belzenlok?
Jhoira mostró una pequeña sonrisa.
—Yo no soy una Planeswalker. Dominaria es mi hogar y mi motivo es proteger este mundo. Llevo haciéndolo desde antes de la invasión pirexiana. —Aquel dato era interesante e hizo que Liliana enarcase las cejas. Jhoira lo advirtió y añadió—: Soy más vieja de lo que aparento.
—Yo también lucho contra la Cábala siempre que sea posible —dijo Shanna encogiéndose de hombros—. Librarnos de Belzenlok facilitará mucho la tarea.
—Y yo soy nuevo en esto; he empezado hoy, la verdad —explicó Raff levantando una mano—. Todavía no conocéis a los demás, pero Tiana es un ángel de Serra y Arvad es... Arvad, pero también quiere acabar con Belzenlok.
Liliana no percibió engaño alguno; como experta en la materia, le resultaba fácil detectarlo. Una parte de ella no quería tener aliados nuevos, sino estar a solas con su rabia y las dolorosas revelaciones sobre su familia. Sin embargo, comprendía que ahora tenía aún menos posibilidades de matar ella sola a Belzenlok de las que había tenido nada más regresar a Dominaria. Lanzó una mirada a Gideon, que tomó la palabra.
—Todos tenemos el mismo objetivo, aunque sea por razones diferentes. Deberíamos sentarnos a debatir cómo ayudarnos mutuamente.
Jhoira los condujo escalerilla abajo para llegar a una cámara de la cubierta inferior, situada bajo el puente. Se trataba de una sala espaciosa con una mesa de reuniones y más ventanas alargadas que permitían ver el cielo y el paisaje de la ciudad. Allí conocieron a Tiana, que semejaba menos arrogante que otros ángeles con los que se había topado Liliana, y a Arvad, que parecía ser un vampiro arrepentido.
—Admito que seríamos necios si no cooperásemos —dijo Liliana cuando tomaron asiento—, pero necesitamos un nuevo plan. Mi idea original no funcionará sin nuestros Planeswalkers aliados.
—Creo que podemos traer de vuelta a Chandra... si conseguimos encontrarla —comentó Gideon, tan optimista e iluso como siempre.
Agotada, Liliana le explicó el problema:
—Aunque siguiese en Dominaria, su poder no bastaría para entrar en la Fortaleza. Sin Nissa, nos falta fuerza bruta. —Hizo un gesto de frustración—. Además, aún tenemos que encontrar un modo de matar a Belzenlok.
—Necesitamos información —intervino Jhoira entrelazando los dedos—. Vigilo la Fortaleza desde hace años y una de las cosas que he aprendido es que sus defensas cambian constantemente. Además, los accesos y salidas se reconstruyen según se le antoje a Belzenlok.
Liliana arrugó el ceño. La situación era aún peor de lo que pensaba.
—Propongo capturar a un agente de alto rango de la Cábala —dijo Shanna—. Los altos cargos informan en persona a Belzenlok, así que podemos sacarles información sobre la estructura actual de la Fortaleza, las trampas que la protegen y la mejor forma de entrar. —Se giró hacia Tiana—. ¿Crees que puede haber alguno en Ciudad de Benalia? ¿Los ángeles estarían dispuestos a ayudarnos a buscar?
Tiana consideró la posibilidad con expresión dubitativa.
—Los ángeles destinados en Ciudad de Benalia buscan agentes y los matan en el acto. No creo que encontremos a ninguno con vida aquí.
—Tiana está en lo cierto —dijo el vampiro Arvad, que hasta entonces había escuchado en silencio—. Si hay un lugar en Dominaria en el que la Cábala no ejerce influencia alguna, esa es Ciudad de Benalia. Hemos de buscar en otra parte.
Raff se levantó de un salto, entusiasmado.
—Tengo una idea. La última vez que estuve en Tolaria Oeste, oí rumores sobre agentes infiltrados en la academia. No está lejos de aquí, sobre todo viajando en un vehículo tan rápido como el Vientoligero. Podemos llegar antes del anochecer y preguntar si han capturado a algún sospechoso.
Aquella conversación constructiva estaba mejorando el humor de Liliana, por mucho que quisiera negarlo. Además, viajar en un transporte rápido y cómodo era infinitamente mejor que desplazarse a pie o a caballo.
—Si no lo han hecho, nosotros quizá podamos hacer salir a uno —dijo a los demás.
—Me parece un buen plan —secundó Gideon.
Jhoira echó un vistazo a todo el grupo.
—Decidido, pues. Pongamos rumbo a Tolaria Oeste.
Apenas medio día más tarde, Tolaria Oeste asomó por el horizonte y Liliana salió a cubierta con los demás. Había conseguido dormir en un catre de uno de los acogedores camarotes y ya no tenía tanto la sensación de que la hubiera masticado una manada de cocodrilos no muertos.
El barco sobrevolaba un mar de un color azul intenso y ahora se aproximaba a un archipiélago de islas boscosas, rodeadas de arrecifes y bancos de arena. Junto a la costa de la mayor isla se erigía la academia de magos tolariana, un complejo de edificios y torres de piedra blanca con tejados picudos de tejas rojas. Una de las torres más altas alojaba un instrumento gigantesco que parecía un astrolabio, pero probablemente no lo fuese. Estaba claro que allí se practicaba el mismo tipo de magia que había permitido crear el Vientoligero, el búho de Jhoira y los dispositivos de artífice que Raff llevaba consigo.
Para cuando el Vientoligero arribó a la torre principal, varios individuos de aspecto importante habían salido a recibirlos en una amplia terraza. Otra ventaja de viajar en el Vientoligero, supuso Liliana, era que no hacía falta matar a nadie para captar la atención de las autoridades con las que necesitabas hablar.
Cuando se acercaron lo suficiente para ver quiénes aguardaban en la torre, Liliana notó que Jhoira se ponía tensa.
—¿Hay algún problema? —le preguntó.
—No. —Jhoira habló con un tono que sonaba entre arrepentido e impaciente—. Solo un antiguo amante al que no esperaba ver hoy.
—Esos traen más problemas de los que merece la pena aguantar —opinó Liliana—. Desaparecen sin decir adónde van y te arruinan todos los planes.
Liliana no se había dado cuenta de que Gideon estaba al alcance del oído.
—Estoy seguro de que no lo hizo a propósito —dijo él—. Jace nunca...
—Eso no es asunto tuyo —le espetó Liliana para interrumpirlo. Lo último que quería era la opinión de Gideon sobre su vida amorosa. De hecho, lo último que quería era la opinión de Gideon, y punto.
Tiana y Arvad se quedaron en cubierta para vigilar el Vientoligero, con Tiana apoyándose en una lanza enorme y los colmillos de Arvad brillando a la luz del atardecer. A Gideon le parecía una buena decisión: si un agente de la Cábala intentase robar a bordo, descubriría que estaba en el barco celeste equivocado. Cuando Gideon bajó de la nave, los demás ya habían llegado a la terraza. Allí los esperaba un grupo de académicos tolarianos, vestidos con atuendos predominantemente azulados que ondeaban con el fuerte viento del mar. A la cabeza de ellos había un hombre de cierta edad, con un rostro de facciones marcadas, y un mago de aspecto engañosamente joven y con cabellos castaños. Gideon no tuvo dificultad alguna para adivinar cuál era el antiguo amante de Jhoira.
El mago joven se adelantó unos pasos. Sereno y sosegado, saludó a la capitana.
—Jhoira.
Ella asintió con una expresión ligeramente irónica.
—Jodah.
Raff intervino de inmediato y presentó al hombre mayor.
—Este es Naban, el decano de la iteración.
Naban los saludó con un asentimiento.
—¿A qué debemos este honor?
Su tono transmitía que estaba muy ocupado y lo habían interrumpido durante un trabajo importante. "Pues lo siento por él", pensó Gideon, que no estaba de humor para darle importancia. La misión que tenían ellos era demasiado urgente.
—Necesitamos sonsacar información a un agente de la Cábala —explicó Jhoira—. Raff nos dijo que estáis teniendo problemas con espías infiltrados en la academia.
Naban le lanzó una mirada de reproche a Raff, mientras que Jodah se quedó pensativo durante unos segundos.
—Dadnos un momento, por favor.
Cuando se llevó aparte a Naban para hablar en privado, Gideon les preguntó en voz baja a Jhoira y Shanna:
—¿Qué impresión os han dado?
Jhoira observó con atención al decano.
—Creo que Raff tenía razón: aquí ocurre algo relacionado con agentes de la Cábala.
Por otro lado, Shanna se fijó en los demás académicos.
—Han tenido problemas. Los noto nerviosos, inquietos.
Mientras esperaban, los argumentos de Jodah parecieron convencer al reticente Naban. Finalmente, Jodah regresó junto a ellos.
—Ignoro hasta qué punto podemos ayudar, pero nos gustaría enseñaros algo.
Gideon permaneció de pie y se cruzó de brazos mientras Liliana se sentaba en el camastro para lanzar su hechizo. Aquel cadáver también era de una joven, vestida con una túnica azul y blanca de estudiante. El conjuro hizo su efecto y unas chispas de luz violeta recorrieron la piel grisácea del cuerpo, que abrió los ojos y se incorporó para girarse hacia Liliana.
—Listo —dijo la nigromante—. Venga, cuéntanos lo que viste.
Se encontraban en uno de los laboratorios de riesgo de la academia, un lugar donde se realizaban experimentos mágicos peligrosos y se examinaban objetos extraños. El laboratorio abarcaba toda la parte superior de una de las mayores torres, pero de momento solo habían visto la sala principal, una estancia espaciosa, de techo alto, con pequeñas ventanas con rejas metálicas y protegida mediante magia. La luz del exterior se apagaba a medida que se acercaba la puesta de sol, pero la habitación seguía iluminada gracias a unos orbes brillantes de cristal que flotaban en pequeños soportes. En el suelo yacían nueve cadáveres de estudiantes y docentes de la academia. La escena era horripilante: la mayoría de los fallecidos eran jóvenes y, a juzgar por las expresiones de sus rostros rígidos, habían sido atormentados al morir.
Raff estaba junto a una mesa, ocupado en examinar los dispositivos mágicos que llevaban los asesinados. Jodah, Jhoira y Shanna se encontraban a pocos pasos y el mago respondía con calma a las preguntas de ambas.
—La escalera en la que los encontraron conduce a los archivos y a tres torres laboratorio distintas —explicaba en ese momento—. Desconocemos adónde intentaba llegar el intruso.
—¿Y no hubo ruido alguno? —preguntó Jhoira, extrañada y con el ceño fruncido.
—Nada —respondió Jodah. Echó un vistazo a los cadáveres, visiblemente entristecido—. Aún estamos intentando determinar la línea de tiempo de los sucesos, pero acontecieron en un espacio muy breve.
Entretanto, el cadáver le susurró a Liliana:
—El suelo se convirtió en agua y me hundí en él. No podía respirar. Había serpientes marinas, como las que vi de niña en el arrecife exterior. Vinieron a por mí y...
—Sí, sí, pero ¿viste a alguien? —interrumpió Liliana, con la boca arrugada de impaciencia—. ¿Recuerdas algún rostro?
—No, las serpientes...
—Entonces, olvídalo. Vuelve a donde estabas —dijo Liliana al darle un toquecito en la frente. Cuando el cadáver se desplomó de nuevo en el suelo, la nigromante se levantó—. Me temo que todos murieron bajo un hechizo de demencia —explicó sin inmutarse—. Tuvo que lanzarlo un clérigo de la Cábala, pero ninguna de las víctimas vio quién lo hizo.
Shanna estaba cruzada de brazos y con el ceño fruncido.
—Esto no está bien.
Liliana se encogió de hombros.
—Me pedisteis que interrogara a los cadáveres.
—No, no me refiero a eso —respondió Shanna moviendo una mano de un lado a otro—. Hablo de la situación en general. He cazado a agentes de la Cábala en las ciudades de Jamuraa y esta no es su forma de actuar. Son demasiado sutiles como para hacer algo así; necesitan serlo.
Intrigado, Raff separó la vista de los dispositivos de la mesa.
—Creía que actuaban como berserkers.
—Los Siniestros y otros combatientes, sí —explicó Shanna—, pero los agentes tienen que infiltrarse para llegar hasta los lugares o las personas a las que pretenden espiar. —Entonces señaló la hilera de cadáveres—. Desde luego, estarían dispuestos a matar a toda esta pobre gente, pero esto ha atraído demasiada atención antes de llegar a los archivos o a los otros laboratorios. Ahora, la academia entera está alerta.
A Gideon le pareció un argumento razonable, pero Liliana no estaba convencida:
—Quizá sea un agente muy estúpido. Los sectarios de la Cábala no son especialmente astutos, diría yo.
—Entonces, ¿por qué no han atrapado aún a este? —replicó Jhoira.
Gideon volvió a fijarse en los cadáveres. Estaba seguro de que las sospechas de Shanna iban por el buen camino.
—Crees que esto ha sido una distracción, pero ¿de qué? —dudó él.
Jhoira se dirigió a Jodah.
—¿Ha habido más incidentes en la academia? —Ahora que estaban volcados en la investigación, los dos parecían mucho más tranquilos ante la presencia del otro. Gideon deseó que Liliana y Jace pudieran ser así de eficientes.
—No, toda la institución está alerta y hemos enviado avisos a las demás islas. —Jodah tenía un semblante serio—. Pensamos que esto quizá fuese un intento de desviar la atención de otra zona de la academia.
Shanna caminó junto a la hilera de camastros.
—¿Puedes explicarnos con detalle qué ocurrió cuando se descubrió a los muertos? ¿Qué medidas se tomaron?
Jodah recordó los hechos.
—Se trajeron sanadores para comprobar si había esperanzas de salvar a las víctimas. Entretanto, examinamos minuciosamente los archivos y nos aseguramos de que... ciertos sellos siguieran intactos. Para cuando terminamos, los sanadores habían concluido que las víctimas fueron asesinadas mediante hechicería, por lo que los cuerpos se trajeron aquí para examinarlos.
Shanna se volvió hacia él y levantó una ceja.
—¿Quiénes los trajeron?
—Los ayudantes de los sanadores y varios estudiantes que... —Jodah calló y entornó los ojos.
Una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Jhoira.
—Bien pensado. Raff, vigila las puertas.
—Hay que encontrarlo —aseveró Gideon al desenvainar su espada. Era un alivio saber que su objetivo quizá estuviera cerca, atrapado en algún lugar de aquella torre vigilada. Sin embargo, debían ir con cuidado: aquel agente ya no tenía nada que perder.
Raff corrió a cerrar las pesadas puertas de la entrada principal y pegó la espalda a ellas.
—No lo entiendo. ¿Qué hemos averiguado?
—Que su objetivo era llegar a este laboratorio —respondió Liliana, molesta con el joven.
Gideon cruzó el arco que conducía al interior de la torre. El vestíbulo estaba vacío y no parecía que hubiera nadie acechando en las sombras.
—El agente mató a todas esas personas para que las examinaran aquí. Con tantas víctimas, haría falta mucha más gente para traerlas.
El rostro de Jodah se tornó grave y el mago corrió para alcanzar a Gideon.
—No contamos cuántos estudiantes se ofrecieron a ayudar. Tampoco sabemos cuántos entraron aquí ni cuántos salieron.
—Y ¿qué crees que puede estar buscando el agente en este laboratorio? —Jhoira se adelantó para llegar al hueco de las escaleras y Gideon fue detrás de ella. Había seis pisos por encima de aquel, cada uno con sus estancias y terrazas que se alejaban de las escaleras. Los peldaños estaban suspendidos en el aire, sin otro soporte que la magia, y solo tocaban las paredes en los descansillos. La torre tenía una arquitectura complicada y daba la impresión de que por dentro era mayor de lo que parecía por fuera. Les esperaba una búsqueda larga y difícil si no lograban acotarla.
—Aquí almacenamos un sinfín de dispositivos y componentes —respondió Jodah con un gesto de impaciencia—. Podría ser cualquier cosa.
—¿Tenéis artefactos antiguos? —preguntó Liliana, que se acercaba caminando sin prisas—. Ese agente está aquí por orden de Belzenlok. A ese demonio no le interesan los trastos recién creados por un artífice anónimo: lo que busca son objetos antiguos para darse aires de grandeza.
—¡Tiene sentido! —les gritó Raff desde la entrada—. Pensad en todos los títulos que se ha dado a sí mismo: "Patriarca Eterno de la Cábala", "Rey de Urborg", "Maestro de la Mano de Ébano"...
Sin dejar de mirar hacia arriba en el hueco de la escalera, Jhoira le hizo un gesto para que callase.
—Sí, Belzenlok pretende atribuirse todos los sucesos de la historia de Dominaria, todos los cataclismos antiguos. Al parecer, se ha apropiado de diversos artefactos para demostrar sus afirmaciones.
A Gideon, aquella teoría le pareció más que plausible.
—¿Conserváis aquí algún artefacto especialmente antiguo o famoso? ¿O ambas cosas? —le preguntó a Jodah.
—Mm... —caviló él durante unos segundos—. Creo que sé lo que busca el agente. Venid conmigo.
Jodah los condujo al tercer piso y llegaron a una terraza, para luego cruzar un arco. Este daba a una amplia sala circular con grandes estanterías que se perdían en las sombras de la distancia.
—¿Esta es la única salida? —le preguntó Gideon a Jodah cuando todos entraron.
Jodah asintió y Gideon se apostó bajo el arco. Mientras Shanna desenvainaba su arma y se situaba junto a él, Jodah caminó hasta una estantería y recogió una caja. Maldijo entre dientes y le mostró a Jhoira el recipiente vacío.
—Ha desaparecido.
—Pero ahora sabemos que estábamos en lo cierto. —Jhoira parecía satisfecha.
Liliana se acercó para ver la caja vacía.
—¿De qué se trataba?
Antes de que Jodah pudiera responder, Shanna los alertó:
—Callad. —Giró la cabeza y escuchó con atención—. Aquí hay alguien más.
Gideon oyó el sonido suave de unos pasos.
—Sal de tu escondrijo, seas quien seas —dijo en voz alta.
El silencio se prolongó y un cambio casi imperceptible en el ambiente hizo más y más obvio que allí había otra persona. De pronto se oyó un roce de tela, procedente de una estantería en el interior de la sala. Un joven vestido con túnica de estudiante tolariano surgió de las sombras.
—Lo siento, magíster, estaba trabajando aquí. Me llamo Thom, estudio Artificio con el doctor Arongi.
Gideon enarcó las cejas. Como excusa, dejaba mucho que desear, pero le pareció creíble para tratarse de un estudiante joven. Jhoira se mostró más escéptica:
—¿Hoy, habiendo un grupo de gente asesinada en el laboratorio principal? Qué aplicado.
—Tú no eres uno de los estudiantes que trabajan en esta sección —dijo Jodah con frialdad.
Thom se acercó con expresión arrepentida.
―Lo siento. Ayudé a traer los cuerpos y uno de los sanadores dijo que tal vez necesitaran ayuda, así que me quedé y empecé a curiosear en estos volúmenes. —Sonrió con sinceridad—. Olvidaba que se necesitan permisos. Es que nunca había estado en esta torre.
El joven parecía tan inocente que, en comparación con él, Raff semejaba un juerguista incorregible. Gideon sintió la tentación de creer sus palabras, pero entonces pensó: "si yo fuera un agente de la Cábala, esta sería exactamente la imagen que querría dar".
Jodah no parecía convencido y Jhoira vigilaba a Thom como un águila a punto de abalanzarse sobre él.
—¿Qué llevas en la mano, Thom? —preguntó ella—. Es un dispositivo de artífice, ¿verdad?
El rostro del joven se tornó serio.
—Sí, lo encontré en el suelo, donde mataron a los demás. —Empezó a acercarse y levantó el dispositivo—. Quise decírselo a los sanadores, pero... —Un orbe oscuro de magia de muerte apareció en el aire y salió disparado hacia Jodah.
Jhoira se movió tan rápido que pareció teletransportarse. De pronto, apareció delante de Jodah y dio un capirotazo en dirección al orbe. De algún modo, el aire pareció solidificarse delante de ella y el orbe se partió como una baratija de cristal. Los fragmentos salieron repelidos y cayeron a los pies de Thom.
Gideon lanzó un grito y cargó contra él, pero Liliana fue más rápida. Las líneas de su piel se encendieron y unos rayos púrpuras surgieron de sus manos. Thom recibió un impacto en el pecho y trastabilló hacia atrás, pero, entre sacudidas, consiguió lanzar un nuevo hechizo. Su magia envolvió a Liliana en una nube negra que la hizo tambalearse y respirar con dificultad.
Una segunda nube voló hacia Gideon casi de inmediato, pero su hechizo protector envolvió la espada en un brillo dorado y la usó para devolver la nube hacia Thom. Shanna cargó directamente a través del conjuro tenebroso. Un centelleo dorado la envolvía cuando embistió a Thom en el pecho. Shanna se le echó encima y Gideon corrió a alejar el dispositivo mágico de una patada.
Súbitamente, Thom dejó de resistirse y su cuerpo se puso rígido.
Gideon echó un vistazo atrás y vio que Jodah se acercaba con una mano levantada.
—Está incapacitado —dijo él.
Gideon ayudó a Shanna a levantarse y ambos se apartaron. Con un gesto, Jodah hizo que el cuerpo de Thom se separara del suelo.
—Lo llevaré al laboratorio principal para que lo interroguéis.
Cuando se marchó con el agente, Jhoira y Shanna lo siguieron. Entretanto, Gideon se detuvo junto a Liliana.
—¿Estás bien? —preguntó él—. Uno de sus hechizos te ha alcanzado.
Liliana estaba pálida y tenía gotas de sudor en la frente, pero torció la boca para componer su habitual expresión de desdén.
—Lo estoy. Un poco de magia de demencia no me hará mucho efecto.
Gideon dudó, pero tuvo que preguntarlo:
—Has visto a Josu, ¿verdad?
Liliana le lanzó una mirada fulminante, que se suavizó cuando apartó la vista.
—Ese clérigo tendría que haber elegido otra cosa. Ahora veo a Josu todo el tiempo. —Entonces, la mirada asesina regresó—. No lo interpretes como una debilidad. Si se lo dices a alguien...
Gideon suspiró.
—Sí, lo sé: extremidades arrancadas, tormentos indescriptibles, etcétera. Venga, veamos qué nos cuenta ese agente.
En la sala principal del laboratorio, Jodah hizo llamar a Naban y los demás decanos para que escuchasen la confesión del sectario. Mientras probaban diferentes medios mágicos de extraerle información, Jhoira encontró una oportunidad de hablar con Jodah. La expresión de él era opaca, pero le conocía lo bastante bien como para saber que se sentía responsable de aquella intrusión en la academia.
—No puedes vigilar personalmente a todos los estudiantes.
—Han muerto nueve personas. La próxima vez podrían ser más. —Se volvió hacia ella y pareció mirarla de verdad por primera vez en todo el día—. Podríais quedaros a ayudarnos. Con tu amiga Sisay y tú, daríamos con todos los sectarios de la Cábala en las islas de Especia.
Jhoira notó cómo se le tensaba la mandíbula.
—No es Sisay, sino Shanna. Además, tengo mis propios planes.
Con expresión irónica, Jodah señaló con la barbilla a Liliana y Gideon.
—Sí, ayudar a esos Planeswalkers. ¿Estás segura de que no se aprovechan de ti?
Jhoira sintió una palpitación en la sien. No le gustaba la facilidad de Jodah para hacerla enfadar tanto y tan rápido, ni tampoco qué el no pareciera presentir que la estaba haciendo enfadar.
—Se me conoce por muchas cosas, pero creo que ninguna de ellas tiene que ver con ser ingenua.
Mientras se miraban a los ojos sin pestañear, Raff intervino:
—Capitana Jhoira, conozco un hechizo que podría ayudar. —Echó un vistazo al otro lado de la sala, desde donde el decano Naban lo fulminó con la mirada—. No debería conocerlo, pero creo que es justo lo que necesitamos. Sirve para extraer pensamientos individuales del cerebro de una persona. Si lo lanzo mientras alguien le hace preguntas...
—Ese hechizo está prohibido por una buena razón —lo amonestó Naban mientras se acercaba a zancadas—. Es peligroso y solo los magos expertos deberían saber de su existencia.
—¿Dónde lo aprendiste? —preguntó Jodah entornando los ojos.
Raff titubeó bajo el examen de Jodah y la indignación de Naban.
—Eh... Yo sé tanto como un mago experto, tengo unos conocimientos muy...
—Raff —lo interrumpió Jhoira, tajante. Al sentirse entre la espada y la pared, Raff estaba recayendo en sus viejos defectos—. ¿Quieres seguir sirviendo en el Vientoligero? Porque puedo abandonarte aquí.
—Lo siento, lo siento —respondió él de inmediato—. Eché un vistazo a un libro al que no debería tener acceso. Solo fue una vez. —Miró a Naban con preocupación—. De verdad que lo siento.
El decano se alejó echando chispas. Jodah intentó decir algo, pero Jhoira se le adelantó:
—¿Te sientes capaz de usarlo?
—Puedo intentarlo —contestó Raff.
Jhoira lo miró detenidamente y notó que en aquella ocasión decía la verdad.
—Entonces, adelante.
—No os lo impediré —dijo Jodah con frialdad antes de marcharse.
Cerca de ellos, Liliana soltó un suspiro.
—No, pero está en contra. —Entonces se dirigió a Gideon—. No pienso callarme. Y deja de darme con el codo; es como si me embistiera un mamut.
Ya era noche cerrada cuando subieron las escaleras de la torre donde estaba atracado el Vientoligero. Gideon sintió alivio al ver a Tiana posada en la borda.
—¿Cómo ha ido? —preguntó el ángel.
—Hemos encontrado a un agente —le dijo Shanna—. Y tenemos la información que necesitamos.
—Muy bien —se alegró Tiana—. Arvad os está preparando la cena.
Liliana puso cara de asco.
—El vampiro está cocinando —le repitió a Gideon.
Este se rio bufando por la nariz. Había sido un día largo y agotador, pero ahora tenían lo necesario para trazar un plan.
Mientras Arvad seguía en la cocina, se sentaron junto a la mesa de la sala de reuniones y repasaron la información que Raff había conseguido con su hechizo. Gideon ojeó las notas de Jhoira y vio que iban a necesitar un tiempo para encontrarles sentido, ya que el hechizo había extraído las respuestas a sus preguntas como piezas inconexas. Se detuvo al leer un nombre que no conocía.
—¿Blackblade? ¿Qué es eso?
—Un arma de leyenda —explicó Jhoira, que se sentaba delante de él con una copa de vino caliente en las manos—. Se usó para matar a una dragona anciana.
—¿A cuál? —preguntó Gideon con interés.
—Piru, creo —respondió Shanna mientras se sentaba junto a él.
—Nunca había oído ese nombre —le comentó.
—Exacto —dijo ella inclinando la cabeza.
Liliana le quitó las notas de las manos y las leyó por encima.
—Entonces, esta tal Blackblade podría acabar con Belzenlok.
—Y con facilidad —afirmó Jhoira—. Pero es una bebedora de almas creada con magia de muerte. Arrebata la energía vital a sus víctimas.
—Una bebedora de almas sería justo lo que necesitamos. —Liliana estaba claramente intrigada—. Resultaría perfecta para matar a un demonio como Belzenlok. Si ya absorbió la fuerza vital de una dragona anciana, su poder debería ser más que suficiente para esto.
Gideon no se sorprendió de que Liliana quisiera utilizarla: parecía ni más ni menos que su tipo de arma. Por contra, él ya no quería ni considerar la posibilidad:
—No deberíamos plantearnos utilizar una bebedora de almas, bajo ningún concepto. —Liliana suspiró al oírlo y él ignoró el gesto.
—Además, la tienen en la Fortaleza —añadió Shanna—. Antes de decidir si la utilizaremos o no, tenemos que encontrar un modo de entrar.
Sin apartar de Gideon su mirada asesina, Liliana dio un sorbo a su vino.
—Si pudiéramos convertir en piedra a todos los sectarios y clérigos, resultaría fácil. Hoy mismo he querido convertir en piedra a varias personas.
—Eso sería como congelar en el tiempo a los sectarios —dijo Raff sonriéndole a Liliana—. Ojalá pudiéramos.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Jhoira, como si hubiera guardado un secreto y fuese el momento de revelarlo.
—Nosotros no, pero conozco a cierto mago temporal que podría hacerlo.
Perfil de Planeswalker: Liliana Vess
Perfil de Planeswalker: Gideon Jura
Perfil de Planeswalker: Ajani Melena Dorada
Perfil de plano: Dominaria